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Tragedia en el Altiplano: la caída del MAS y el repliegue de la izquierda boliviana

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El autor de esta columna escrita para CIPER profundiza en los datos de la primera vuelta electoral en Bolivia, y anticipa el escenario que tendrá el nuevo gobierno, independientemente de quién triunfe en el balotaje. Sostiene que “si el gobierno fracasa y Evo Morales logra capitalizar el inevitable descontento desde su repliegue estratégico, el país podría caer en una espiral de confrontación aún más profunda y peligrosa. Ya no sería una simple lucha entre partidos, sino un choque frontal entre el sistema institucional y una masiva fuerza social que, sintiéndose expulsada de él, podría optar por desafiar sus cimientos”.

Créditos imagen de portada: Agencia Uno

El domingo 17 de agosto, Bolivia no solo votó, sino que asistió al dramático final de una era. Los resultados pintaron un nuevo mapa político que definirá el futuro de Bolivia: el ganador fue el candidato de la Democracia Cristiana, el senador Rodrigo Paz Pereira, con un sorpresivo 32,16%, mientras que en segundo lugar se consolidó el retorno del expresidente conservador Jorge “Tuto” Quiroga, con un 26,62%. El veredicto expresado por más de cinco millones de ciudadanos llevó a muchos analistas a sentenciar la caída definitiva del hegemónico Movimiento al Socialismo (MAS) y asegurar un giro irreversible hacia la derecha en el país altiplánico.

Pero claro, pocas veces lo superficial explica la complejidad social. La historia clave de esta elección no está en quién ganó, sino en cómo perdió el Movimiento Al Socialismo. Su colapso no fue una simple derrota: fue una tragedia griega en tres actos, una inmolación pública que, paradójicamente, podría esconder la clave de su futura supervivencia.

Toda gran tragedia comienza con una falla interna, un conflicto inminente entre dos figuras: Antígona y Creonte, Aquiles y Agamenón, Evo Morales y Luis Arce. La caída del partido más poderoso de la historia contemporánea de Bolivia no fue obra exclusiva de la oposición, sino de una encarnizada guerra con tintes fratricidas. Lo que comenzó como una tensión entre el poder simbólico del líder histórico y el poder formal del presidente en ejercicio, mutó en una batalla por el alma del “proceso de cambio”.

Desde la psicología, este fenómeno podría entenderse como un colapso de la identidad social ideológica del partido. La lealtad al MAS, forjada durante años contra un enemigo externo –la derecha imperialista—, se fracturó cuando el adversario principal pasó a ser interno. Los “evistas” y los “arcistas” comenzaron a verse mutuamente como traidores. Evo llegó........

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