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Secuestro en La Habana: El fascismo al alcance de la mano

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20.08.2025

Por Jorge Fernández Era*

Ayer 18 de agosto salí a las 2:10 pm de mi edificio. Mencioné en una publicación anterior que, milagrosamente, no amanecí con vigilancia policial, pero, como quedó claro para mí y para mi esposa Laideliz Herrera, uno de los dos chivatos de guardia que me vigilan desde su condición de vecinos informó a sus superiores de mi partida. Tres cuadras más allá (Santa Emilia esquina a Rabí) fui interceptado por un carro patrullero que contenía a dos policías (mujer y hombre) y un agente de la Seguridad. El invicto teniente coronel Yoán, en su moto, estaba cerca. ¡Cuatro tanquistas para un perro!

Por supuesto, nunca tuvieron la honradez de aceptar que venían por mí. El procedimiento de «rutina» (solicitar el carnet de identidad), y mi cuestionamiento de por qué requerían este, fueron la justificación para que se me introdujera a la fuerza en el automóvil. Prometí que esta vez gritaría, comencé a cumplirlo desde el propio secuestro. Los vecinos de la zona pueden dar fe de que oyeron: «¡Me nombro Jorge Fernández Era! ¡Se me está deteniendo ilegalmente! ¡No he cometido delito alguno!». De más agregar que un sujeto tan peligroso debía ser esposado.

Mi primera reacción en los confines del asiento trasero —ante la previsión de lo que me esperaba en lo adelante— fue entonar con firmeza el himno nacional. En lo adelante aproveché el dilatado tiempo en el patrullero para meter un concierto de canciones de Silvio, Pablo y........

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