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Puntadas de un sueño “hecho a mano”

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03.09.2024

La certeza de una vocación temprana llevó a Saday Rodríguez Cartaya a luchar contra cualquier obstáculo para abrirse camino en el mundo de la moda. Su constancia y renovada superación la han llevado al éxito y al reconocimiento del sector en Cuba y el extranjero

No puede precisar exactamente cuándo fue la primera vez que escuchó el sonido de una máquina de coser. Cuentan que los recuerdos comienzan a atesorarse desde el vientre materno. Muy probablemente fue durante esa época cuando la melodía contagiosa y repetitiva de la Singer de su madre la cautivó para siempre.

Una de las pasiones de Saday son las guayaberas y la creatividad que se necesita para modernizarlas. / Cortesía de la entrevistada

Saday Rodríguez Cartaya cierra los ojos; aún la ve afinando el hilo con la punta de los dedos para enhebrar mejor la aguja. Siente el roce de la polea azuzada por el movimiento de los pies sobre el pedal. La ve bostezar, casi al filo de la madrugada, mientras gira la tela para guiar la costura. En su visión infantil siente que su madre no para de coser. Entendería la explicación algunos años después: de ella sola dependían la pequeña Saday y sus cuatro hermanos mayores.

“Ella cosía sábanas, fundas y batas de casa que se vendían muy bien —recuerda Saday—. Generalmente eran piezas que se hacían rápido, porque necesitaba terminarlas y que le pagaran para poder sobrevivir. Aunque también arreglaba algunas ropas de sus clientes”.

Tendría ocho o nueve años cuando aprovechó que la madre andaba ocupada con sus quehaceres en la cocina y se atrevió a sentarse sin permiso frente a la máquina. Primero hizo una costurita sencilla, luego se fue animando, con mucho más confianza, cada vez que ella y sus hermanos quedaban solos por un rato.

“Me llevaba unos buenos regaños porque siempre estaba transformando mi ropa —confiesa, con un guiño de niña traviesa que todavía perdura en su carácter—. Entre los diez y once años, ya me permitió arreglar algunas ropas de los vecinos porque a ella no le alcanzaba el tiempo y la gente me las daba a mí. Así me ganaba un dinerito”.

Desde aquella época, ya Saday aspiraba a crear. No se conformaba con remendar ropas de sus vecinos: “yo quería coser piezas más sofisticadas y aprender más”. Así se lo dijo a su mamá y ella lo tomó como una ofensa, porque significaba que no seguiría exactamente sus pasos. Luego llegarían otras luces que la ayudarían a entender mejor a su hija.

“Lo poco que ella nos dejaba ver en el televisor me llamaba mucho la atención. A mis doce años estaban poniendo una telenovela brasileña que se llamaba Felicidad, donde la protagonista usaba un vestido que era como un babydoll, o sea, cortado debajo del seno. Por aquel modelo empecé a hacer mis primeros vestidos. Ninguno fue igual. Les ponía hasta ojetes a mano, y en aquel tiempo que quedaran con uniformidad era un lío”.

***

La ideas de aquella niña imaginativa, que nació bajo el influjo se su propias experiencias familiares, fue creciendo poco a poco hasta hacerse realidad. Hoy Saday Rodríguez Cartaya es muy conocida por sus guayaberas, para hombres y mujeres, aunque su trabajo como modista en general es reconocido dentro y fuera del país, también por la variedad de sus confecciones. Sus creaciones están disponibles para el público en una tienda del Hotel Palco, en las inmediaciones del Palacio de Convenciones de La Habana; y anhela con que su presencia en las redes sociales........

© Bohemia


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