menu_open Columnists
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close

Tierra, lucha de clases y soberanía alimentaria

10 12
yesterday

Por

| Publicado el 26 abril 2025

“Si la conquista ha creado el derecho natural para una minoría, a la mayoría no le queda más que reunir suficientes fuerzas para tener el derecho natural de reconquistar lo que se le ha quitado.«

-Karl Marx

Antes de comenzar, quiero hacer una aclaración. Este escrito, así como el anterior y como serán los próximos, es un intento de aportar al debate al interior del movimiento agroecológico y sus periferias. Surge de discusiones informales entre actrices, actores y aliadxs del movimiento. Entiendo que la crítica y la autocrítica de las ideas y prácticas políticas son fundamentales para el desarrollo y el triunfo de cualquier movimiento social y político. Para nada es un ataque personal contra particulares dentro del movimiento, como han querido interpretar algunxs.

Hace un tiempo publiqué un escrito en Bandera Roja y Momento Crítico titulado Voluntariado agroecológico: ¿alternativa solidaria o explotación capitalista? trayendo unas aportaciones al debate sobre el voluntariado en la agroecología entre otros asuntos. El mismo despertó pasiones entre algunxs. Los comentarios no se hicieron esperar, pero en general no vienen al caso. Sin embargo, hay uno que se repitió entre varias personas y que vale la pena señalar porque se relaciona con lo expuesto en este escrito: que para hablar, organizar y luchar hay que tener las manos en la tierra. Lo que me lleva a preguntar, ¿cómo alguien va a tener las manos en la tierra cuando la falta de accesibilidad a tierra para la clase trabajadora y el campesinado es el primer obstáculo de la soberanía alimentaria en el país? ¿Ser dueñx o coordinadorx de un proyecto que ya tuvo acceso a la tierra es el requisito para poder contribuir a adelantar la lucha por la tierra y la soberanía alimentaria? ¿Dónde queda la mayoría, por no decir la totalidad, de la clase trabajadora y campesina que no tienen acceso a tierra y recursos para crear proyectos agroecológicos? ¿Será que lo necesario para resolver el problema de la tierra y lograr la soberanía alimentaria ya se está haciendo y es cuestión de tiempo para que se concrete? No está claro. Y menos lo va a estar cuando las reacciones a los intentos de debate son comentarios personales sin ningún fundamento ni casi mención siquiera de las ideas y críticas que se intentan exponer. Eso solo demuestra la falta de apertura de algunxs representantes del movimiento al diálogo, al debate y a la exposición de ideas y prácticas que difieran de lo que se está haciendo. A esxs les hago el llamado a la reflexión, y a aceptar el debate como herramienta indispensable para lograr el triunfo de nuestro movimiento, si es que eso es lo que verdaderamente les importa.

Ahora, a lo que vinimos: el problema de la tierra en Puerto Rico. Aquí intentaré hacer una breve reflexión sobre cuál es el problema de la tierra en Puerto Rico, cuáles son algunos obstáculos para el desarrollo del movimiento agroecológico que pretende lograr su resolución y qué podemos hacer como movimiento para resolverlo y lograr la soberanía alimentaria en el país.

El problema de la tierra es una manifestación concreta de la lucha de clases. Aunque no encontré datos exactos sobre los porcentajes de tenencia de tierras en el país, es un hecho más que evidente que la burguesía local y el imperialismo han concentrado la tierra y los recursos productivos en función de sus intereses, dejando al pueblo trabajador sin acceso a los medios necesarios para su subsistencia. Este control sobre la tierra viene desarrollándose desde el inicio de la colonización del archipiélago, pero para propósitos de este escrito lo voy a situar desde la invasión gringa en 1898.

Previo a la invasión de 1898, la economía de Puerto Rico estaba dominada mayormente por haciendas cañeras y de café. En ellas el campesinado trabajaba, muchas veces sin remuneración directa, solo por la posibilidad de tener un pedazo de tierra donde construir su casa y tener una producción de subsistencia para satisfacer sus necesidades básicas. De ahí surge la famosa estampa del jíbaro en su bohío (la cual hasta hoy día se romantiza desde la política, las artes y el propio movimiento agroecológico) con su talita para el consumo familiar y el mercadeo de excedentes para satisfacer su necesidad de productos que no podía producir por su cuenta. Quiero destacar que, a pesar de parecer un tiempo bonito, era una vida dominada por la explotación y la miseria, una alta incidencia de enfermedades y una baja expectativa de vida.

Desde que los gringos decidieron que el rol económico del archipiélago iba a ser proveer materia prima (caña de azúcar) y, sobre todo, mano de obra barata para sus propios intereses, comenzaron un proceso de concentración de la tierra que trajo transformaciones en muchos aspectos de la vida en el país. Este proceso cambió el modo de producción, transformó la estructura de clases, y como resultado desarticuló la posibilidad de autosuficiencia del campesinado, que en ese momento era la mayoría del pueblo puertorriqueño.

Cuando las corporaciones gringas comenzaron el proceso de concentración de tierras, el campesinado quedó despojado de esa mínima posibilidad de subsistencia y tuvo que recurrir a vender su fuerza de trabajo en las centrales azucareras a cambio de un salario para satisfacer sus necesidades. En otras palabras, pasó por el proceso de proletarización, de campesinx a trabajadorx agrícola.

Debido a las huelgas de trabajdorxs por las pésimas condiciones de vida que estaba trayendo esa situación, el Gobierno de Puerto Rico, liderado por el entonces senador Luis Muñoz Marín y su Partido Popular Democrático, desarrolló en 1941 una reforma agraria conocida como la

Ley de Tierras. Proponían, entre otras cosas, expropiar las grandes centrales azucareras de sus tierras para repartirla sen pequeñas parcelas a lxs trabajadorxs agrícolas para la agricultura de subsistencia. Hay que destacar que como Luis Muñoz Marín estaba guiado por una romantización de lo que se concebía como el pasado glorioso de Puerto Rico, donde el jíbaro vivía “dignamente” en su bohío, su proyecto, al menos en el aspecto económico, fue un total fracaso. Todo por no tener la visión (quizá también por gusano traidor con sed de poder) de desarrollar modelos agrícolas que trascendieran la agricultura jíbara de subsistencia del pasado y representaran una verdadera transformación del modo de producción y de las condiciones de vida de lxs trabajadorxs. No comprendieron que esa mayoría proletarizada veía en ese pasado atraso y miseria, y que no les interesaba volver a él. Prefirieron recibir el pedazo de tierra, edificar sus casas, muchas veces de cemento gracias a las ayudas gubernamentales, y........

© Bandera Roja