La diversidad tecnológica su abusivo uso y manipulación distorsiona la razón
La motivación que me animó a tratar esta compleja temática, es debido a la abundancia de material, que a diario lanzan las redes sociales, y cientos de miles de mensajes son alarmantes, informaciones con desvíos significativos de la realidad, y noticias sin sustento de fuentes o lanzadas para causar sensacionalismo y llamar la atención, en fin muchos de los videos que a diario se graban y lanzan por las diferentes redes, incluyen sexo y pornografía, otros incitan con sus contenidos o enseñan como se hacen: robos, asaltaos, secuestros, muerte, incluso con la Inteligencia Artificial (IA) se dibujan a las personas, muchas aparecen como sí han muerto y a otras las reviven, en fin es un mundo de fantasías, pero que hacen ver como realidad, para enterarnos de pormenores buscamos por Google y otras webs a fin de obtener sustento para podernos documentar y apoyar lo que a diario vemos o percibimos.
Desde nuestra biblioteca, consultamos algunas obras que, no son recientes, leímos hace décadas y consultamos por ser necesario, con el objeto de conocer a aquellos investigadores y escritores, que en sus obras dejaron entrever cambios a futuro, y mencionaron la Industria, la tecnología sus avances y hasta posibles consecuencias en el tiempo. En algunos artículos que me ha publicado Aporrea, he mencionado a Alexis Carrel en su obra cumbre ‘’La Incógnita del Hombre’’, cuando llegó a mis manos en la década del 1960, su novena edición de la Editorial Iberia, España 1952, extractando de siete páginas leídas, deduje que: El ser humano al ir desarrollando con preeminencia la materia inerte, esta le produjo el confort, antes debía hacer esfuerzos de extremada exigencia física; al producirse la industrialización con la utilidad de las ciencias físicas, químicas, además surgen al lado de la industria la necesidad tecnológica. Así el hombre priorizó la clasificación, la comodidad, al punto que dejó atrás el estudio del ser humano como fundamento de la vida.
Sin duda que Carrel, como filósofo, médico, estudioso del ser humano, Premio Nóbel, avizoró desde el mismo momento del desarrollo industrial y la tecnología del descuido de las leyes naturales, de las preocupaciones por avanzar con lo material olvidando lo humano, habló de las serias dificultades en los caminos de ese desarrollo vertiginoso. El autor advirtió, su casi imposibilidad de emprender su obra, pero consideró que era imperativo hacerlo, porque el hombre no puede seguir adelante el curso actual de la civilización moderna. Porque están degenerando, se han dejado fascinar por la belleza de las ciencias de la materia inerte, no han comprendido que sus cuerpos y su consciencia están sujetos a leyes naturales, más obscuras, pero tan inexorables como las leyes del mundo sideral. Tampoco han comprendido que no pueden transgredir esas leyes sin ser castigados. Por eso tienen que aprender las relaciones necesarias que les unen con el universo cósmico, con sus semejantes y con su íntimo ser, así como las relaciones de sus tejidos y espíritu. Realmente el hombre está por encima de todas las cosas. Si degenerare, la belleza de la civilización, y hasta la grandeza del Universo físico, desaparecerían.
Otros libros de referencia sobre los avances industriales y tecnológicos y las diversas variables, cambios en la Geopolítica mundial, devenidas de potencias desarrolladas, muy conocidas, las que se han venido disputando hegemonías en el poder económico, ideológico político, religiosos, territoriales y otros aspectos de su interés. Algunas de esas obras, que a finales del siglo pasado pudimos leer, e incluso tenemos en nuestro poder como: ‘’La Tercera Ola’’ de Alvin Toffler, ‘’El Desafío Mundial’’ Jean Jackes-Servan-Schreiber, ‘’Modernidad y Posmodernidad’’ de Zidane Zeraoui; ‘’Geopolítica del Caos’’ de Le Monde Diplomatique; en todos esos libros de una u otra forma narran sobre cambios, dinámica de la rapidez con que todo es tecnología, desarrollo, inventos, predicciones sobre un mundo cambiante y convulso. ‘’Origen’’ Dan Brown, el autor del ‘’Código Da Vinci’’, Este es un gran libro, que expresa sobre la tecnología desbocada. Dice en unas líneas: Debemos convertirnos en socios espirituales de la ciencia y usar nuestra vasta experiencia, nuestros milenios de filosofía, reflexión, meditación o introspección para ayudar a la humanidad para construir un marco moral y asegurarnos así de que las tecnologías futuras sirvan para unirnos, iluminarnos y hacernos crecer… y no para destruirnos.
Deseamos significar y por ende exaltar la necesidad de que, la tecnología de las últimas décadas, que suponemos y así creemos fue obra de hombres de ciencia, pero también con la influencia de gobernantes de potencias cuya hegemonía es evidente, son poseedores de liderazgos políticos, económicos, sociales, religiosos y generalmente sus actuaciones son al margen de muchas normativas legales como el Derecho Internacional, la Carta de las Naciones Unidas, Tratados firmados en cumbres para la economía, el ambiente, la guerra, el hambre, la pobreza, y las exigencias de cumplimiento de compromisos acordados, pero que en la praxis no sucede así, porque siempre predominan sus maneras discrecionales de gobernar, y es sabido los conflictos y pugnacidades que suelen ser la cotidianidad.
Ni las Naciones Unidas han podido controlar las decisiones muchas veces desbocadas de líderes o gobernantes de países poderosos, pero que también en Estados o países más vulnerables en estos suelen aparecer gobernantes, que investidos en nombre de la Democracia, cometen arbitrariedades o se convierten en autocráticos, dictadores y hasta practican les herencias crueles del fascismo de primeras décadas del siglo pasado, hasta con su propaganda nociva de la intriga y la mentira, que ideó Joseph Goebbels, para justificar la crueldad y represión en esas décadas de 1940 del siglo pasado, también se copian del Prícipe Maquiavelo y del genio de la hipocresía, Tartufo en la Revolución Francesa, y no dejemos al genio de Joseph Fouché, Ministro de policía de alta investigación durante el gobierno de Napoleón Bonaparte.
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