Unión Soviética: una mirada en retrospectiva
Desde posiciones de izquierda se ha escrito ya copiosamente sobre este tópico. En general no existe la sensación de "fracaso" en el sentido que "todo salió mal", "no sirvió para nada" sino, en todo caso, esa experiencia se vivencia como "decepción", "frustración". Se lograron cosas, pero menos de lo esperado. La primera experiencia socialista de la historia inobjetablemente alcanzó éxitos inigualables: salario mínimo y digno para toda la clase trabajadora, descanso semanal remunerado, vacaciones pagas, licencia por maternidad, transporte público de alta calidad subvencionado (el metro de Moscú se considera una gran obra de arte, única en su tipo), calefacción hogareña subvencionada, vivienda digna asegurada para toda la población, electrificación de todo el país y un enorme parque industrial, granjas agrícolo-ganaderas comunitarias de muy alta productividad, educación gratuita, laica y obligatoria para toda la población, alfabetización del 100% de sus habitantes, universidades e institutos de investigación del más alto prestigio a nivel mundial, salud de alta calidad gratuita para toda la población, completa erradicación de la desnutrición, plena igualdad de derechos para hombres y mujeres, voto femenino, derecho de aborto (primer país del mundo en tenerlo), divorcio legalizado, derogación de la normativa zarista que prohibía la homosexualidad, avances científico-técnicos portentosos (primer satélite artificial de la historia, primer ser humano en el espacio, desarrollo de la energía nuclear civil, tecnologías metalúrgicas de avanzada, grandes logros en biotecnología, caucho sintético, telefonía móvil), poder popular real a través del desarrollo de democracia directa con implementación de los soviets (consejos obrero-campesinos y de soldados), fabuloso fomento del arte y la cultura (cine, teatro, música, literatura, ballet, arquitectura), derrota de la invasión nazi durante la Segunda Guerra Mundial (avanzada militar azuzada por las potencias capitalistas de la época para destruir la Revolución). Todo eso no debe olvidarse.
Pero algo sucedió que la experiencia revolucionaria nacida en 1917 no se solidificó y aumentó como proyecto transformador; por diversos motivos fue entrando en una suerte de adormecimiento de la revolución, de lentificación, y los fabulosos cambios de los inicios, con energía desbordante y bríos renovadores, fueron dando lugar a procesos de acomodamiento, de rutina gris, de empantanamiento.
Los impetuosos ánimos de los primeros tiempos, con Lenin y Trotsky a la cabeza, lentamente devinieron acostumbramiento. El decidido y abierto apoyo para promover la revolución mundial se trocó en "coexistencia pacífica" con el archirrival Estados Unidos, buscando un equilibrio que permitiera cierta tranquilidad. En ese proceso de fosilización paulatina en que se fue entrando, Stalin llegó a declarar que en la Unión Soviética se había llegado al final de la lucha de clases, pues éstas ya no existían. A partir de 1936 paulatinamente se fue abandonando toda labor de edición de los textos inéditos de Marx, con lo que el llamado "marxismo soviético" se terminó convirtiendo en un dogma cerrado, refractario a cualquier novedad teórica o cuestionadora, más cercano a una religión que a una actitud crítica, científica. La propuesta marxista de "crítica implacable de todo lo existente" desapareció, reemplazándose por ortodoxos y tediosos manuales de divulgación, donde la revolución ya estaba preparada debiendo seguir ciertos pasos, forzosos e inmodificables.
Ese empantanamiento de la dinámica revolucionaria siguió profundizándose, y pese a distintas medidas correctivas que se fueron tomando a lo largo de los años, la savia transformadora de los inicios se esfumó. Una pesada burocracia -la Nomenklatura- terminó constituyéndose en una nueva clase social, una casta acomodada, y como todo proceso que se institucionaliza, se tornó conservador. El socialismo inicial, con Lenin en la conducción del proceso, dio lugar a un capitalismo de Estado crecientemente conservador. O, si se prefiere, cada vez más antisocialista. Tan es así que, para el período final de la URSS, durante la perestroika -que, como se ha dicho, devino catastroika en 1989- tanto Gorbachov como cuadros del Partido Comunista pudieron decir (citamos a Valeri Ivanovich Boldin, un cuadro del PCUS) que "ser un comunista hoy significa, ante todo, ser consistentemente democrático y poner los valores humanos universales por encima de cualquier cosa", incluso sobre el concepto de lucha de clases.
El deterioro en la construcción del socialismo se fue profundizando, tanto y a tal punto que todo empezó a venirse abajo. La inflación, que desde 1945 no había existido, a partir de 1988 trepó a un 20% anual. Las raíces marxistas que dirigieron la experiencia revolucionaria de 1917 fueron abandonándose, para terminar buscándose -con la perestroika impulsada por Gorbachov y adláteres- una suerte de socialdemocracia al estilo de los países escandinavos. La situación eclosionó, y en vez de perfeccionarse el socialismo, se dio lugar a un golpe de Estado pro capitalista capitaneado por Boris Yeltsin. La economía subterránea con características capitalistas, por fuera de la planificación estatal, fue tomando cada vez más presencia, y para la era Gorbachov representaba cerca del 20% del total del país.
En una lectura crítica, sin dudas objetiva y bien balanceada, Henrique Canary puede decir: "Una dirección que representaba los intereses de una burocracia naciente había tomado el poder, eliminado físicamente a la vieja guardia bolchevique e implantado un régimen contrarrevolucionario basado en la teoría del socialismo en un solo país. Para ello, la democracia obrera en los soviets y el Partido Bolchevique había sido anulada en favor de un régimen tiránico que perseguía no sólo a los opositores, sino incluso a sus fundadores y partidarios más leales."
Tal como acertadamente lo expresan Roger Keeran y Thomas Kenny: "El centralismo democrático se había deteriorado. Los lazos entre el Partido y los trabadores por medio de los sindicatos y de los soviets se habían osificado. La crítica y la autocrítica languidecieron. El liderazgo colectivo se debilitó. La unidad dentro del Partido como expresión de la defensa de la línea de trabajo del líder se convirtió en la virtud principal. El desarrollo ideológico se desvaneció. Todo........© Aporrea
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