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La guerrita de Trump contra las drogas

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tuesday

Mucha parafernalia y pocas perspectivas de resultados concretos. Si el presidente Donald Trump quisiera realmente poner fin al tráfico de drogas hacia los Estados Unidos, no lo logrará con el cerco naval a Venezuela ni aún con una invasión militar a ese país. Maniobras que podrían hipotéticamente culminar con un derrocamiento de Nicolás Maduro, a un alto costo político y sin grandes logros en la lucha contra el narcotráfico.

Al día siguiente de que millones de ciudadanos norteamericanos desfilaran bajo el lema "No Kings", Trump hizo un nuevo gesto de arrogancia hacia América Latina, acusando al presidente de Colombia de ser "el líder del narcotráfico ilegal" al tiempo que anunció el corte de los subsidios para el país. Esto, luego de que Gustavo Petro denunciara el asesinato del pescador colombiano Alejandro Carranza a manos de fuerzas navales estadounidenses, cuando realizaba sus faenas en mar territorial de su país.

Si de verdad el mediático jefe de la Casa Blanca quisiera librar a Estados Unidos y al mundo del flagelo de las drogas, debería partir controlando el alto narco consumo en su país, además de tomar medidas efectivas para detener el tráfico de armas desde territorio norteamericano a América Latina que alimentan los carteles del crimen organizado. Por último, pero no menos importante, tendría que sumarse a los esfuerzos por fiscalizar los flujos financieros internacionales, cada vez más voluminosos y descontrolados, gracias entre otros mecanismos a los lavados de activos con inversiones brujas y a las criptomonedas, que tienen al propio Trump entre sus impulsores más conspicuos.

Maduro en la mira

Megalómano insaciable, Trump ocupó en septiembre la tribuna de la Asamblea General de las Naciones Unidas para autoproclamarse el gran pacificador, que había puesto fin hasta entonces a siete guerras, una de las cuales nunca existió y varias otras que no habían pasado de cortas rencillas fronterizas.

En octubre alcanzó la gloria con el acuerdo de paz en Gaza, negociado sobre la sangre de más de sesenta y ocho mil palestinos y que Estados Unidos podría haber impuesto mucho antes, como principal abastecedor de armas a Israel y permanente protector del Estado judío mediante el veto en el Consejo de Seguridad de la ONU.

Para algunos analistas internacionales, la decepción que Trump sufrió al no ser reconocido con el Nobel de la Paz, fue parcialmente compensada con el otorgamiento del galardón a María Corina Machado, la líder opositora a Maduro en Venezuela. A partir de ahí, algunos pretendieron hilar más fino y aventuraron que el Parlamento noruego la legitimó como la futura gobernante en concordancia con los planes para derrocar al actual gobierno venezolano.

Trump y su secretario de Estado, Marco Rubio, un halcón de la política exterior estadounidense hacia América Latina, anhelan desembarcar a Maduro del poder y Corina Machado les dio la razón a quienes la ven como la carta de Washington cuando se apresuró a dedicar el Nobel de la Paz al mandatario republicano. Más aún, el 17 de octubre Machado transmitió felicitaciones a Benjamín Netanyahu por su conducción de la ofensiva en Gaza contra los palestinos. Otra síntonía con Trump.

Más allá de creer o no en teorías conspirativas que en una curva elíptica pasan por Oslo para desembocar en el Caribe, lo cierto es que todos estos movimientos conducen a la cruzada trumpiana contra las drogas, que tiene como única manifestación la ofensiva naval contra lanchas y también un submarino de narcotraficantes con cargas ilícitas........

© Aporrea