Una buena experiencia de lo por hacer mientras soñamos con el socialismo
¡Ni un ciego Catino! Rosalía la "cambá", una virgen de piernas abiertas"
Era sábado al mediodía. Ya habíamos regresado de bañarnos en la playa, donde ayudamos a sacar las redes de aquel enorme chinchorro hasta la orilla y fue también muy grande la sarta de pescados que cada uno de nosotros llevó a casa.
Fue tan abundante la pesca aquel día que pudimos, como era habitual en esos casos, repartir en cada casa de los compañeros que aquella vez faltaron y hasta de mayores y ancianos que no tenían quienes por ellos fuesen a aquella exigente y como religiosa tarea cotidiana, lo suficiente para el consumo de dos o tres días, hasta cuando volviésemos de nuevo. Era esa, la de repartir entre todos el fruto del trabajo, una costumbre en el barrio, impuesta por la generosidad que allí abundaba por el demás bondadoso mar que, por eso, aquello lo entregaba a la tierra. Algo de esto mismo, referido al trabajo de la tierra, narra Garcilaso "Inca" de La Vega, en "Los comentarios reales", acerca del trabajo y la repartición del producto del mismo entre los Incas.
Claro, el aporte de cada quien era el mismo. Si no lo hacías hoy lo harías mañana, otro lo haría por ti, como tú por él, dado el caso. Sólo era necesario ponerse en una de las colas, a ambos lados del chinchorro, y a la orden del patrón en aquella tarea; empezar a "jalar" hacia la orilla. Y en buena medida, para aquello, entre nosotros prevalecía la igualdad. Nadie, entre los muchachos y hasta adultos que habitualmente allí concurrían a ayudar a sacar el chinchorro hasta la tierra, podía alegar con exactitud mayor aporte. Quizás los mayores pudieran hacerlo dadas su fortaleza y experiencia, pero esos rasgos siempre serían igualados por el empeño, constancia y alegría de los muchachos.
Por eso, el patrón o el encargado por éste de repartir el producto del trabajo, que era una para cada uno de quienes hacíamos la labor de sacar el chinchorro a la orilla, otra para cada uno de los pescadores que, la tarde anterior habían colocado la red en el paso de los peces, quienes también estaban en las colas y al final se encargarían de extender el mismo en la orilla para volverlo al mar en horas de la tarde, el patrón, los botes y hasta la del chinchorro mismo, que en cada caso tenía un peso y valor según lo por la costumbre estimado, a cada uno de nosotros entregaba su parte, generalmente abundante de acuerdo a las necesidades de nuestra propia casa. Tanto que, como antes dije, entre todos podíamos llevar lo suficiente a la casa de los compañeros que ese día, por alguna razón, faltaron a la tarea y hasta de aquellas casas donde no había quienes pudiesen ir.
Y como ya dije, por lo menos entre quienes "jalábamos" el chinchorro hasta la playa, en veces en medio de la dificultad que representaba la fuerza del repliegue, regreso de la ola a la mar por la altura de la orilla, el reparto era equitativo al aporte de cada uno. Pues en aquel caso, la igualdad bien podía ser alegada. La mayor fortaleza solía ser recompensada con constancia y tesón.
Y era tan arraigada esta costumbre de repartir por igual, pero al mismo tiempo demandar de cada quien su contribución y esfuerzo que, solíamos decir, en esto cada quien pone lo suyo, lo que tenga, aunque sea "el aire de los pulmones". Esa expresión hacía alusión a la específica demanda de cuando en la playa hacíamos un sancocho para pasar el día, zambulléndonos, correteando, saltando olas o pescando para hacer el sancocho antes planificado. En ese caso, previo acuerdo, lo que generalmente se hacía o de manera espontánea, alguien debía llevar algo. Alguien la "verdura", palabra usada para identificar los ingredientes vegetales del sancocho, otro el casabe, sal, agua y hasta los fósforos. Una vez en aquellas labores, alguien debía, sobre todo entre quienes nada llevaron, recolectar la leña necesaria y hasta la pesca. Cada quien debía hacer algo, como pelar la "verdura", lavarla y preparar los aliños y en última instancia, hasta prender el fuego y cuidar que éste se mantuviese encendido y para eso, hacía falta "el aire de los pulmones".
Era un reclamo en favor de la igualdad, del derecho de cada quien a reclamar y por el deber de todos de contribuir con su esfuerzo. Entonces, cada........
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