¿Salvación para Gaza o neocolonialismo encubierto?
El humo de las explosiones aún no se disipa en Gaza, donde las ruinas de lo que fue una vez un territorio vibrante yacen como un testimonio mudo de la devastación. Según estimaciones del Banco Mundial y la ONU, la reconstrucción requerirá al menos 70.000 millones de dólares y décadas de esfuerzo. En este contexto de desesperación, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, irrumpió el 29 de septiembre de 2025 con su ambicioso «Plan de paz para Gaza de 20 puntos«, un esquema que promete no solo un alto el fuego, sino una «Nueva Gaza»: desmilitarizada, próspera y, supuestamente, soberana. La fachada brillante de una operación que pretende, en realidad, institucionalizar un nuevo tipo de soberanía limitada.
En el corazón de este mecanismo late la Junta de Paz, un organismo internacional que gestionará 53.000 millones de dólares y supervisará la transición política. Lejos de ser un faro de esperanza, esta Junta se erige como la herramienta central de un proyecto que huele a neocolonialismo del siglo XXI, un híbrido de capitalismo de desastre, gestión tecnocrática y un sustrato ideológico con fuentes en pensamiento neorreaccionario.
La composición de la Junta, de 15 miembros —ocho palestinos, cuatro israelíes y tres internacionales— es un ejercicio de ilusionismo político. Bajo una apariencia de equilibrio, esconde una orquestación meticulosa para vaciar de contenido cualquier atisbo de autodeterminación palestina. Los ocho representantes palestinos son tecnócratas seleccionados por una Autoridad Palestina moribunda y sometidos al veto explícito de Israel, lo que excluye de facto a cualquier voz disidente o simplemente representativa de la compleja realidad gazatí.
Son, en esencia, administradores sin legitimidad popular en un territorio donde el 70% de la población es menor de 30 años y no ha votado desde 2006, es decir, nunca. Mientras, los cuatro miembros israelíes, procedentes de los ministerios de Defensa y Finanzas, actúan como los guardianes de un único principio rector: que ninguna piedra que se coloque o que ningún cable que se tienda pueda interpretarse como una amenaza para la seguridad israelí, un concepto elástico que en la práctica justifica el control perpetuo. La presencia de Egipto, Jordania y la ONU como árbitros se diluye ante el verdadero poder ejecutivo: la dupla Trump-Blair en la presidencia y copresidencia, una asociación que trasciende lo diplomático para adentrarse en el terreno de la ingeniería social con fines de lucro.
La Junta de Paz no nació de la nada. Es la encarnación, con ligeros retoques, de la polémica propuesta que Tony Blair ha estado puliendo en pasillos y........





















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