La Ruta de la Plegaria Poética (IV)
Hoy en nuestro recorrido por la ruta poética de la oración continuamos en la Edad Media explorando las vidas de San Francisco de Asís y de Jacopone da Todi a través de sus plegarias. Según los historiadores, la Edad Media se extiende aproximadamente desde el año 476 d.C., con la caída del Imperio Romano, hasta 1453 con la caída de Constantinopla. Otros lo alargan hasta el descubrimiento de América en 1492. Por tanto, abarca unos mil años de historia, desde el siglo V hasta el XV. En cuanto al contexto que nos compete ahora, la Edad Media se caracteriza por la consolidación del pensamiento cristiano y la expansión monástica, en la cual la oración poética se desarrolló en medio de la soledad y la vida austera en aquellos monasterios, donde la belleza del lenguaje se consagra y se eleva como una ofrenda a Dios.
Estos dos hombres de Dios de los que hablamos hoy pertenecen al mismo pulso interior del cristianismo medieval; el de la oración hecha canto y llanto, el fervor encarnado en pobreza, humildad y amor místico. Este díptico sublime muestra las dos alas del mismo vuelo de la oración en el siglo XIII; siglo en el cual la plegaria poética desciende del coro monástico al corazón del pueblo; la oración no se eleva al Cielo sólo desde los claustros, sino también desde los caminos, entre los pobres y los enfermos. En Francisco de Asís la oración deja de ser contemplación intelectual para volverse canción viva, abrazo con la creación, lágrima y júbilo.
San Francisco de Asís
San Francisco nació en Asís en 1181, fue el hijo de un rico comerciante de telas, por lo que en su juventud conoció los placeres de vivir en la abundancia. Sin embargo, cuentan que más tarde, cuando se encontraba en su temprana adultez, cierto día en el que se encontró en su camino con un leproso, su corazón se conmovió profundamente; en su pensamiento llegó al entendimiento que el amor de Cristo no habita en el lujo, sino en la compasión. Entonces, a partir de ese momento, abandonó toda riqueza material para abrazar la pobreza como un don. Se llamó a sí mismo “el pequeño hermano” (Francesco, il poverello). Sintió que en su despojo encontró libertad, y en la libertad descubrió la alegría pura de ofrendar su vida solo a Dios.
Francisco no fue un teólogo formado a través de los libros; su lectura más rica sobre Dios fue a través de su mirada profunda de la creación. En cada criatura veía el reflejo del Creador; en cada elemento de la naturaleza veía la huella de Dios. Cada amanecer era para él una invitación a la alabanza. Su vida entera fue una oración en movimiento: caminaba, predicaba, cantaba y amaba como si el mundo entero fuera una catedral viva.
El Cántico de las Criaturas
Entre sus plegarias poéticas, ninguna resume mejor su alma que el Cántico de las Criaturas o Cántico del Hermano Sol, escrito hacia 1224, poco antes de su muerte, cuando ya estaba ciego y enfermo. Este canto, considerado como el primer poema en lengua italiana, es una explosión de amor y gratitud a Dios por todas las cosas creadas. Solía decir: “Por la mañana, a la salida del sol, todo hombre debería alabar a Dios que lo creó, pues durante el día nuestros ojos se iluminan con su luz; por la tarde, cuando anochece, todo hombre debería loar a Dios por esa otra criatura, nuestro hermano el fuego, pues por él son iluminados nuestros ojos de noche”. Y además añadía: “Todos nosotros somos como ciegos, a quienes Dios ha dado la........
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