Reprimir al nazi que llevamos dentro
Hay un libro de autoayuda con un título que quizás sea mejor que el propio libro: En Auschwitz no había prozac. Es un título genial de la traducción española —en inglés es The Gift, sin más, El regalo— que alude a la experiencia de la autora, Edith Eger, en el campo de concentración nazi.
Si sobrevives al infierno, la sabiduría emocional seguramente sea un premio posible, una sabiduría que preferirías haberte ahorrado, claro, pero sabiduría en mayúsculas. De hecho, algunos supervivientes alcanzaron tal grado de sabiduría que terminaron suicidándose. No se suicidaron en Auschwitz —donde solo podían pensar y actuar para sobrevivir—, sino cuando tomaron conciencia de que quienes habían logrado salir vivos —ellos mismos— no fueron precisamente los más nobles, ni los más puros, ni los más honestos. A esos se los había tragado la tierra. Las reglas del campo de concentración eran tan perversas que castigaban cualquier virtud humana; la trampa, la maquinación, el egoísmo se........
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