La fugacidad del poder
El poder, y muy concretamente el poder político, no se transforma, solo cambia de manos y a veces de manera casi instantánea. Tenemos un ejemplo aquí, en casa, viendo en la pantalla la faz hundida de Pedro Sánchez, antes desafiante y, de repente, desencajada, pidiendo perdón como un niño cogido in fraganti en espera de que sea la Justicia la que se pronuncie. Pero no hay que limitarse solo a España. En los Estados Unidos, nuestro punto más frecuente de referencia, también el omnipotente © 20 minutos
