Inés Arrimadas se abona al chavismo
Pasada la fiebre de Tom Wolfe, el cronista de las ambiciones, burbujeante y excesivo, mordaz y ácido, demasiado frívolo y neoyorquino para nuestro periodismo cateto y local, tan severo y circunspecto como la cicatriz de Scarface, llegó Ryszard Kapuscinski, comprometido y adusto, 27 revoluciones, 40 arrestos y 4 sentencias de muerte. El periodista-héroe, el de 'los cínicos no sirven para este oficio', profundo, veraz y sobre todo, ¡ah sí, por favor!, muy, muy 'comprometido'. Ahora estamos bajo el signo de Chaves Nogales, ni republicanos ni nacionales, ni de derechas ni de izquierdas, el retratista de esa 'tercera España' que nunca existió. Ahora los periodistas son chavistas, de Chaves no de Chávez, y algunos políticos también. Levitan con su ejemplo, lagrimean su trayectoria, recitan a sangre y fuego como si fuera el catecismo del perfecto escribidor.
Así, Inés Arrimadas. Ni rojos ni azules. Ni de derechas ni de izquierdas. Ni los 'hunos contra los hotros', que escribió Unamuno. Esa letanía le funcionó muy bien a Albert Rivera. Llevó a situarse a ocho escaños del PP. El sorpaso al alcance de la mano. Hasta el gran golpazo, cuyas causas aún escrutan en la sede naranja de la calle de Alcalá. El caso es que Ciudadanos se precipitó al abismo y ahí sigue. Con diez escañitos y braceando para sobrevivir. La historia de un desgarrador naufragio.
Aunque Sánchez la ignore, Lastra la desprecie, Iglesias le sacuda y Echenique la escupa con displicencia. Su capacidad de aguante se sitúa entre la obcecación del........
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