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El trío infernal

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09.11.2024

Nadie oyó gritar. Nadie avisó. Todos fallaron. Los organismos competentes papaban moscas. Los expertos, sesteaban. Los altos funcionarios, ande andarían. Los entes responsables, ni la olieron. Las autoridades regionales, en la inopia. Las nacionales, con el cochambroso tacticismo.

Pinchó la Aemet, los departamentos correspondientes, los ministerios adscritos, las consejerías de la cuestión. Todo quisque con galones apareció en calzones el día del horror. Lo que viene siendo el Estado se mostró pasmado. La alerta masiva y definitiva (no los aspavientos balbucientes , las vocecillas bobas, los grititos vacuos para justificar el ‘yo avisé’) no llegó hasta que ya era demasiado tarde. A las 20,15 del maldito martes 29 de octubre se activó el jodido ES-Alert del que que la responsable de la seguridad ciudadana (consejerías de Justicia e Interior, nada menos) apenas conocía su existencia. Para entonces, la riada ya había arrasado casi un centenar de pueblos y engullido a decenas de ciudadanos. Niños. Sí, malditos gilipollas, también niños, ¿qué os pensabais?

Hace un año, en Madrid, con una dana de pequeño formato pero igualmente dañina, alguien apretó ese botón decisivo en el momento en el que había que hacerlo y no hubo que contar bajas. Si acaso, algunos desperfectos. En Valencia todo se hizo al revés. Una ineptitud culpable y pasmosa. Nadie lanzó el imperioso grito de alarma. Nadie reaccionó como se debía. Una apoteosis de incompetencia, un océano de indignidad.

La carrera ahora es por salvar el culo. Lo que todos esos imbéciles llaman 'el relato'. Momento cumbre, por ejemplo,........

© Vozpópuli


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