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La dictadura perfecta

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06.09.2024

En un famoso debate entre Octavio Paz y Mario Vargas Llosa en 1990, surgió la cuestión de si el régimen mexicano era una dictadura o una democracia limitada. Octavio Paz creyó necesario matizar al peruano que en México había cierta democracia pese a los abusos del poder; por ejemplo, era posible debatir libremente. La réplica de Vargas Llosa fue brillante y demoledora: “la dictadura perfecta no es la Cuba de Fidel Castro: es México, porque es una dictadura de tal modo camuflada que llega a parecer que no lo es, pero que de hecho tiene, si uno escarba, todas las características de una dictadura”.

El largo régimen del Partido Revolucionario Institucional -nombre en sí mismo un oxímoron sin complejos-, que gobernó México ininterrumpidamente entre 1930 y 2000 (y sigue con López Obrador y su heredera actual), era la dictadura perfecta: se celebraban elecciones con pucherazo sistemático, el partido guía controlaba todas las instituciones mientras los rivales aportaban el colorido electoral necesario, y las libertades se toleraban lo justo para maquillar de democracia la dictadura real. Otro indicio de perfección era haber logrado convencer al gran Octavio Paz, uno de los primeros que denunció -a un alto precio- la dictadura cubana, de que México era una democracia algo peculiar.

Definitivamente, la dictadura perfecta no es la más feroz, brutal y represiva, sino la que parece no serlo. Conserva, apropiadamente desactivados, los rituales típicos de la democracia: elecciones periódicas, instituciones teóricamente independientes de control y contrapeso, garantías democráticas con una Constitución ignorada, oposición decorativa, derecho al........

© Vozpópuli


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