Delitos de odio: el relato por la censura
La ofensiva en marcha contra la libertad de expresión ha anunciado la persecución de los “delitos de odio” en las redes sociales. Que el anuncio parta de una Fiscalía al servicio incondicional del Gobierno, muda y pasiva ante verdaderos delitos que claman al cielo, aclara lo que está en juego: reprimir la oposición y disidencia bajo la excusa moral de erradicar el odio.
Las imposibles erradicaciones de la violencia o el sufrimiento son la manía favorita de la época, y tienen la enorme ventaja de permitir y justificar cualquier disparate y tropelía, de negar la naturaleza biológica del sexo a justificar la inflación ilimitada de tecnocracias idiotas que prohíben infinidad de cosas por nuestro bien. Pocos osamos hoy defender la necesidad ética de odiar algo o a alguien. Me temo que la gran Concepción Arenal podría ser acusada de delito de odio por la Fiscalía de Sánchez por su máxima de “odia al delito y compadece al delincuente”. Contradiciendo cien mil años de experiencia humana, odiar ha devenido tara psicológica o delito político.
¿Qué está pasando exactamente con el odiado odio? El Gobierno de admiradores de Maduro cree posible reprimir a una opinión pública cada día más levantisca centrando los disparos y perros de guardia en cualquiera que pueda ser acusado de odiar algo que el Gobierno prohíbe odiar, comenzando por el Gobierno mismo. No es un caso aislado en Europa. El odio oficial al odio también se ha convertido en el Reino Unido en fábrica del relato a favor de la censura gubernamental, según avisa el popular actor conocido como míster Bean. El........
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