Pequeñas f(r)icciones: Una arruga presidencial
En la antesala del despacho presidencial, sobre una pequeña mesa de madera, hay un manojo de revistas, tal como si se tratara de la sala de espera de un consultorio. Juan Carlos Portugal, abogado de la presidenta, ansioso, acaba de coger una de ellas y pasa sus hojas, casi sin mirarlas. Cuando termina, se inclina y levanta otra al azar. Mira sin interés la carátula y la vuelve a dejar sobre las otras.
—Doctor —dice la secretaria personal de Dina Boluarte—, ya puede pasar. La presidenta lo está esperando.
Portugal se lleva la mano al cuello. Parece que intentara deshacer el nudo en la garganta que se le formó desde temprano, desde que supo de la existencia de la furibunda carta del doctor Mario Cabani.
—Doctor —insiste la secretaria al ver que Portugal quedó como suspendido en el aire—, apúrese, por favor. La presidenta tiene que salir en media hora. Si no la ve en este momento, ya tendría que ser mañana.
“¿Mañana?”, piensa Portugal, “quizá no me vendría mal esperar y pensar mejor cómo le voy a explicar a la presidenta”. Sin embargo, el abogado mueve la cabeza a los lados y decide afrontar el problema de una vez. Ve la puerta del despacho y camina directo hacia él. Apenas cruza el umbral, se encontró con el rostro fresco y lozano de Dina
Boluarte.
—Juan Carlos —le lanza la mandataria, con evidente espíritu festivo—, dime, ¿qué puedo hacer por ti?
—La noto bastante alegre, señora presidenta.
—Claro que estoy alegre, ¿y por qué no? Poco a poco las cosas van tomando su lugar. Gracias a ti, por ejemplo, los problemas que tuve con Cabani ya son parte del pasado. Y muy pronto me va a salir el........
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