Pequeñas f(r)icciones: Toledo, no marques las horas
El tiempo pasa y, queramos o no, nos arrastra sin remedio. Fue lo primero que pensé al ver en la televisión al ya casi octogenario Alejando Toledo, todavía cholo, pero ya a kilómetros de ser sano y sagrado, rogándole a un juez por su libertad. El hombre que había liderado la lucha contra la dictadura fujimontesinista se mostraba ahora, 25 años después, no solo con el rostro surcado por el paso de los calendarios sino, sobre todo, quebrado, disminuido, humillado, por el descubrimiento del caso Ecoteva y de los generosos aportes que Odebrecht hizo a su cuenta bancaria.
Mayo de 2001. En el frontis del local de la avenida Pershing se podía ver, desde lejos, el nombre de “Perú Posible”. A dos semanas de las elecciones para la segunda vuelta electoral —el oponente era el expresidente Alan García—, y con grandes posibilidades de ganar las elecciones, aquel lugar era un hervidero, un inagotable ir y venir donde las llamadas y reuniones se sucedían una tras otra. Y como había mucho interés en subirse al barco que estaba por zarpar, siempre había un mar de gente afuera, una verdadera muchedumbre en los alrededores, todos pugnando por entrar.
Yo, que siempre había estado interesado en la política —culpa de mi padre que oía RPP en el auto y compraba sin falta Caretas— ingresé en el equipo en plena campaña. Sin embargo, rápidamente quedé impregnado por una atmósfera inspiradora. Era, en todo caso, como cuando sientes que estás haciendo algo bueno, algo positivo, que estás en el lado correcto de la historia. Y tampoco era tan complicado llenarse de ese espíritu. Por un lado, estaba trabajando para la causa de Toledo, que encarnó la lucha........
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