Pequeñas f(r)icciones: Desafiliación: imposible
Como fiel seguidor de la saga de Misión: Imposible, acudí puntualmente emocionado a la sala de cine y, luego de aprovisionarme del respectivo combo de pop corn y gaseosa helada, me hundí en la butaca M8 —no podía ser otra— para ver cómo, en esta octava y última entrega, el agente Ethan Hunt y un puñado de compañeros se las arreglan para salvar al mundo en 169 minutos exactos. Había transcurrido ya cerca de 20 —Hunt estaba averiguando cuál era la mejor y única manera de desaparecer a la “Entidad”—, cuando mi celular vibró dentro de mi bolsillo. Lamenté no haberlo apagado como solía hacerlo. Lo saqué y estaba a punto de apagarlo sin ver el mensaje, pero, como al gato, me ganó la curiosidad. “Me tomará dos segundos”, pensé, o creí que estaba pensando. Entonces, leí en la pequeña pantalla: “El proyecto se nos cae. Vente urgente. Estoy en el Starbucks”. No podía ser. Había invertido meses en aquel proyecto y hacía pocos días, por fin, había logrado, a durísimas penas, que aprueben su financiamiento. “¿Qué diablos habrá pasado?”, pensé y, peor todavía, “¿por qué justo tenía que avisarme en ese momento cuando recién empezaba el vértigo de la acción, cuando todavía me quedaban más de dos horas de película y cuando casi toda la canchita y la gaseosa estaban intactas?”.
Salí del cine entre frustrado, molesto y preocupado. Por pura casualidad, el local donde debía ir quedaba bastante cerca del cine. Y mientras caminaba las cinco cuadras que me separan de mi destino, mi mente hervía de conjeturas: “¿Alguien del directorio habrá censurado mi proyecto en el último momento? ¿Será verdad que los primeros compases del........
© Perú21
