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Los perros que ladran por sobre la voz de mi padre

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08.08.2025

La oscuridad es absoluta y mi padre aprovecha para hacer una llamada. En la zona donde ha vivido la mayor parte de su vida es posible tener internet desde el teléfono aunque haya apagón. “La antena está en Piedra Blanca, y allá hay corriente”, me dice.

Piedra Blanca es un barrio Vecino a Vista Alegre, el suyo; una zona que, si alguna vez prometió desparramarse en mejoría, hoy se ha secado en ensoñaciones. Parece un punto enquistado al margen del cuadrilátero de la mejor parte de la ciudad.

Los apagones se encadenan por horas en toda Cuba, y el teléfono de mi padre es la única ventana al mundo, el drenaje por el que es absorbido, como si milagrosamente pudiera escaparse de una realidad de resoles y palomas que sobrevuelan tejados a medio hacer, paredes a medio levantar, sueños a mitad de haber sido proyectados.

“Hay mangos, compay. Y aguacates en la mata del vecino”, dice, después de calcular cuántos aguacates puede comprar con su pensión.

El teléfono y la radio emergen como entretenimiento de mi padre. La radio ha sido por siglos acompañamiento; el teléfono es ya el cocimiento que beben ante el malestar de la ausencia.

Mi padre llama a sus hijos, todos radicados fuera de la isla, y no le importa la hora o el momento, la diferencia horaria o lo que sea. Si hay corte eléctrico, llama, y sólo quiere conocer un poco respecto a los que hacemos, y cada uno de nosotros cuenta lo que quiere contar.

Mi padre escucha esa estación de radio que recuerda los........

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