El Sena se volvió a teñir de rojo
La ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de París pasará a la historia por ser la más grotesca, aburrida y peor realizada. También por haber sido la más politizada, aberrante y antiolímpica de la historia. El espíritu de los Juegos Olímpicos en Grecia implicaba que la política se dejaba a un lado e incluso "tirios y troyanos" hacían las paces para celebrar la competición deportiva. Todo eso ha sido traicionado por Thomas Jolly, el director de escena posmoderno al que Macron encargó el proyecto, habiendo supervisado el presidente personalmente el guion. Esta semana vi en el Teatro Real una versión de Madama Butterfly en la que otro director de escena "vanguardista" casi se carga la ópera de Puccini enfundando a la protagonista en una camiseta de "Hello Kitty". Estamos sufriendo una plaga de activistas políticos en las artes que está destruyendo la ópera, el teatro y el cine europeos con sus ocurrencias, banalidades y mantras políticamente correctos. Son tan ignorantes como sectarios. Pero, eso sí, con grandeur y premiados por la casta política que los usa como manoseaba el Pravda el camarada Stalin contra Shostakovich.
En una ceremonia de inauguración de unos Juegos Olímpicos tienen que ser protagonistas los deportistas y actuaciones que recojan el espíritu del olimpismo: la competición más feroz y radical dentro de las reglas del juego más limpias y corteses. Solo hay una medalla de oro, por lo que el atleta de bronce suele estar más feliz con su tercer metal que el ganador de la plata. Todo esto lo ha olvidado Jolly para convertir la inauguración en un vodevil narcisista, a mayor gloria de la ideología "woke" que profesa y el habitual chauvinismo galo, incapaz de dejar de mirarse el ombligo revolucionario y anticlerical. Lo que se........
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