Bajar el tono no garantiza desescalar la violencia política
“¡Bajémosle al tono!” es una frase que líderes políticos y de la sociedad civil han repetido tras el atentado contra el candidato presidencial del uribismo, Miguel Uribe Turbay. La idea que está en la base es que el escalamiento retórico de la política nacional contribuye de algún modo a la tensión social que vivimos y facilita hechos violentos como el ataque del domingo pasado. Este pedido surge en medio de un fuerte choque entre el gobierno, el Congreso y sectores de la oposición por el decreto que convoca la consulta popular, pese a que el Senado ya la había rechazado.
El hashtag #VamosABajarle ha sido replicado en X por distintos opinadores e incluso apreció una iniciativa digital llamada “Vamos a Bajarle”, que busca desescalar el odio en redes sociales. Mientras tanto, el presidente Petro dijo ayer en su discurso en Cali: “Me han pedido que baje el tono y me comprometo en bajarlo, pero bajar el tono no significa no decir verdades, no significa silenciarse, no significa arrodillarse”.
La Silla Académica habló con Sebastián Lippez de Castro, decano de la facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Javeriana, sobre la relación entre los discursos agresivos y la violencia política; la polarización y lo que se espera de los dirigentes políticos en este clima de agitación pública.
La Silla Académica. ¿Cómo se relaciona la agresividad en el discurso de dirigentes políticos con la violencia política?
Sebastián Lippez de Castro. No hay necesariamente una relación causal, pero sí estamos en un contexto fuerte de debate, aunque no diría de polarización extrema, que llama a que sea ideal bajar el lenguaje violento.
En este momento, nadie escapa de la tristeza, frustración y angustia que surgieron con el atentado de Miguel Uribe. La situación necesita un rechazo profundo y solidaridad con su familia.
Esos sentimientos motivan muchas preguntas sobre el país político, incluso a nivel individual, para intentar dar sentido a la situación y entender qué está pasando en este momento. Y ese análisis lleva a que se reconozca que parte de lo que está pasando es que hay una tensión muy fuerte entre algunos congresistas y sectores políticos y el Gobierno, principalmente por la reforma laboral y el decreto de la consulta popular.
Entonces, el escenario coincide con esa confrontación fuerte, pero no es correcto decir que eso explique el atentado. Aún hay muchas hipótesis y siguen avanzando las investigaciones, por lo que no conocemos los autores y motivos de este.
Está bien que se llame a calmar los ánimos, pero eso en ningún caso va a producir una desescalada de la violencia política porque no todos los actores que ejercen violencia en los territorios son los mismos actores políticos que están participando en el debate electoral.
Eso lo demuestra que en los territorios la violencia política ha seguido independientemente de los cambios en la polarización política. Esa es una violencia que se debe a la expansión de los grupos armados y a dinámicas de control territorial, y no a los ataques que se dan entre políticos.
LSA. ¿Por qué dice que aún no hay una polarización extrema?
SLC. No creo que haya una polarización tan extrema como en otros países donde hay un quiebre democrático. La polarización sí es un fenómeno que suele asociarse con esos procesos de quiebre, pero no necesariamente una se sigue de la otra.
En países con una fuerte polarización política, donde surgen las opciones políticas de derecha radical, también crece la polarización social. Por ejemplo, en Estados Unidos, ese ha sido el caso. Trump gana las elecciones con una radicalización del discurso que va en detrimento de los derechos de algunos grupos sociales o que plantea alternativas de quiebre o retroceso democrático.
No creo que Colombia esté en ese punto, y es importante reforzar ese mensaje. La tensión que se ha despertado por haber decretado la consulta popular amplía una disputa política muy fuerte, pero no estamos ante un quiebre democrático del estilo........
© La Silla Vacía
