Hasta el mal lo hacen mal
Como periodista desde hace veinte años, he disfrutado de un margen de libertades bastante holgado, quizá porque en el terreno de la sátira la vara de medir es difusa. Por supuesto, la presiones de uno u otro no cuentan, porque todo el mundo tiene su derecho a patalear, y aunque tal vez haya ocurrido, no recuerdo haber tenido que echar atrás un artículo o un titular. Eso dice bastante de los editores para los que escribo, aunque supongo que también ayuda mi propia vocación de kamikaze independiente, nunca demasiado casado con nadie que pretenda decirme lo que tengo que pensar. No hay gran mérito en eso, que no lo hago tanto por convicción, sino más bien porque me aburre que otros hagan mi trabajo. Eso y las reuniones, de las que soy declarado enemigo desde la misma sala de partos, cuando le pregunté a la enfermera que vi “¿qué demonios estamos haciendo aquí mirándonos como tontos con todo lo que hay que hacer?”. Y si no vas a las reuniones, no te enteras........
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