Asdrúbal Aguiar: La democracia se quiebra si sus artesanos la banalizan
La historia venezolana nos muestra a lo largo de su muy inestable trecho institucional bicentenario, desde su intento emancipador de 1810, varias experiencias de transición política. Por lo general, todas a una fueron inacabadas, salvo que unas pocas sostuvieron genuinos propósitos liberales y civilizadores a lo largo de una importante elipsis, como en 1830 y 1958. Mas al cabo unas y otras terminaron rotas, declinaron por obra de los egoísmos, los enconos, el tráfico de las ilusiones, la contumaz deriva civil hacia la militarización en un país que como el nuestro es adánico e infantil. Sobre todo, lo diría don Mario Briceño Iragorry, en La traición de los mejores (1952).
Por lo demás, no podría ser de otro modo, dada la cultura de presente señalada. De suyo, por el ser inacabado que seríamos los venezolanos en tanto que nación en permanente fragua – siendo nuestro ser el no ser: ¿constante en resiliencia, o presa del mito de Sísifo? – y que habríamos dejado de serlo, así, hacia finales del siglo XX e inicios del siglo XXI.
Ramón J. Velásquez – lo he repetido varias veces – decía bien, al término de la república civil de partidos, que la gente abandonó sus casas y se fue a la calle para no regresar. Entonces emergía la nación, antes preterida e informe aún, sin que los actores políticos y sociales se diesen cuenta. Ella puso de lado a los oficiantes de la república. Sensiblemente optó por permanecer en el sedentarismo y dejó que otro traficante de ilusiones – una vez más – la apagase, devolviéndola de conjunto al siglo XIX. Calló la democracia, y los demócratas enmudecieron.
¿En un momento en el que los de afuera y los que se quedaron adentro aspiramos todos a protagonizar nuestro destino, como lo hicimos patente el 28 de julio de 2024, tal momento liminar lo volveremos a hipotecar como en 1998?
Lo primero de observar es que si andamos en búsqueda de las raíces genuinas que se nos extraviaran tras la guerra fratricida por nuestra Independencia – lo que sería sensato y no solo propicio en tiempos de ingobernabilidad global e intentos de globalización gobernable como los corrientes – rehacer a la nación desde la localidad, desde la experiencia municipal que fue la nutricia de nuestra vocación libertaria primigenia, lo primero que hemos de saber es que si la realidad es tal como es y gravosa, no podemos seguir edulcorándola. Además, la libertad sólo........
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