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Los ojos de José Martí
De niño, no sé aún qué misterio provocaba en mi desenfrenada fantasía aquella reproducción del José Martí pintado por Jorge Arche en 1943, que colgaba de una pared en el zaguán de mi casa en Jovellanos.
Era la perpetua ofrenda al Apóstol de mi padre, un maestro prendido de aquella luz del decoro y la entrega sin límites, en medio de tantas sombras y sangrientas turbulencias del batistato.
Cuando aún no me había sentado en un pupitre escolar, papi ya me confesaba que aquel hombre de ojos tristes era su gran amigo y el de todos los cubanos, en especial de los niños. Que estaba vivo en la memoria del pueblo. Y yo lo imaginaba caminando por las calles de Jovellanos, abrazando a cada quien hasta el........
© Juventud Rebelde
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