Yo he visto a los Reyes Magos
Niños de todo el mundo: no hagáis caso a las malas lenguas de algunos adultos, según las cuales los Reyes Magos son una invención de los dioses o, todavía peor, un truco de falsa magia emparentada con una cosa tan espantosa como la paternidad. La existencia de estos tres hombres es una constatación muy seria y está perfectamente manifestada en el universo de los hechos. De bien pequeño, yo mismo esperaba despierto cada noche de Reyes y, poco después de las doce (Sus Majestades visitaban el Eixample antes que ningún otro lugar del mundo, conscientes de la trascendencia matemática y estética de nuestra Cuadrícula), los sorprendía en el salón de casa mientras vertían los regalos en el rincón del sofá. A mí las albricias y aquellos juguetes absurdos que nos llevaban me la sudaban olímpicamente; lo único que yo pedía por sistema a los monarcas, a pesar de conocer su prisa existencial, era unos minutos de sincera conversación.
De primeras se opusieron a ello, aduciendo que tenían que satisfacer las ansias fetichistas de la mitad de niños del mundo; pero en pocos minutos, gracias a mi poder de coacción (que incluía incluso amenazas de deportar al pobre Baltasar; me tenéis que entender, en aquellos momentos Catalunya era una cosa de sangre mucho más pura, como le gustaría a Orriols, y morenos veíamos más bien pocos), conseguía por sistema que los monarcas se quedaran a tomar un café que yo mismo les servía. De hecho, y contrariamente a la........
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