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Todos se van yendo y el odio no se va

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19.08.2025

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Al principio pensé que era un poco exagerada aquella frase de que el atentado contra Miguel Uribe Turbay nos devolvió a los años 80 y 90, como vienen clamando desde hace dos meses los detractores del Gobierno. Sí, a esos años en los que fuerzas criminales pusieron en jaque al Estado y se llevaron por delante a varios aspirantes a la presidencia, y también a jueces, periodistas, policías, militantes de partidos, defensores de DD. HH. y cientos de colombianos anónimos.

Pero ahora, viendo toda la parafernalia alrededor de la muerte y las honras fúnebres del senador Uribe Turbay, varias imágenes me reconfirmaron que en el fondo nunca hemos dejado de ser ese país de hace 40 años y que, aunque el subdesarrollo y sus distintos atavismos se atemperen por periodos, siempre vuelven con ímpetu a este nuestro círculo fatal e incomprensible de memorias y olvidos, de odios y perdones, de soluciones definitivas, pero provisionales, de paces que provocan nuevas guerras. El ejemplo perfecto es la imagen de Miguel Uribe a los cuatro años deambulando inconsciente alrededor del ataúd de su madre, Diana, muerta con violencia, y 35 años después esa otra de Alejandro, el hijo de Miguel, también de cuatro años cerca del cajón de su padre asesinado.

Los medios de comunicación también parecieron devolvernos al pasado en estos días. Hasta el diario El Tiempo tituló con el poco original y reiterativo “Indignación........

© El Espectador