Hace mucho tiempo en la “Escuela de Niñas” la enseñanza de la puericultura y la costura hacían parte de la formación. Los aprendizajes de las niñas se dirigían a que estuvieran en capacidad de atender en futuro las labores domésticas y las responsabilidades como madre, esposa y ama de casa. En la puericultura se instruía sobre la atención primaria a los bebés. En la costura la práctica común de coser con aguja, dedal e hilo, bastear, remendar, zurcir y bordar. Los talleres de modistería capacitaban para remallar medias de nylon, coger ruedos, hacer cortinas, manteles, tendidos y sobrecamas, bordados en crochet y ganchillo, punto de cruz, dechado, tapetes en costal y retales, y las nunca olvidadas colchas de retazos. Para la época la modistería era propia de mujeres y la sastrería de hombres.
Coser es uno de los oficios más antiguos de la vida humana. Las máquinas de coser hicieron parte de las imágenes de la infancia de muchos colombianos que recuerdan esa entrada triunfal a la casa de un artefacto al cual se le asignaba un lugar especial cerquita del altar de los santos, por su magia: mecanismo de último momento al alcance de la mano. Su presencia atraía la mirada: el cabezote negro con rayitas doradas, el pedal, los cajoncitos del mueble con ese raro universo de patrones en papel,........

© El Diario