Sin agua y sin lágrimas
LA HABANA, Cuba. – Tengo una relación muy especial con el agua, tan especial es mi relación con ella que hasta le dediqué una pieza de ficción hace unos años. En una estrofa de agua fue el nombre que escogí para ese cuento que ganó el Premio Iberoamericano Julio Cortázar, ese premio que me trajo muchas satisfacciones, y hasta algún dinerito, que también es goce.
Desde hace mucho tengo esa compleja relación con el agua. Y todo comenzó con mi “independencia”, cuando me fui a vivir a aquel desaguado solar de “habanaviejero” en el que, casi tras mi llegada, se contaminó la cisterna y terminó enferma para siempre, tan rota, tan inútil, que los especialistas la desahuciaron como hacen los médicos con esos enfermos que tienen padecimientos crónicos o mortales y no aparecen los medicamentos.
Desde entonces comenzó esa controvertida relación que tengo con el agua. Desde entonces trato de mejorar esa relación tan caótica que tengo con ella desde aquellos años en La Habana Vieja y que, supuse, se haría diferente, estrecha y muy sana, en el Cerro, en ese Cerro que, como dice la canción, tiene la llave, esa llave que no es otra que la llave del agua que permite salir al agua desde ese acueducto que Albear hiciera funcionar desde el ya lejano siglo XIX.
“El Cerro tuvo desde entonces ‘la llave’”. “El Cerro tiene ‘la........
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