Cuba es tierra fértil para el absurdo
LA HABANA, Cuba. – En cada amanecer me pregunto cuál será el absurdo que me tocará enfrentar en las primeras horas y cuáles durante el resto del día. Así acostumbro a iniciar mis mañanas, queriendo conocer de antemano todo lo malo que podría traer el día para evitarme las sorpresas. Muchas preguntas me acosan desde que abro mis ojitos hasta que los cierro en la alta noche.
Y cada vez me asisten las mismas certezas, esas que aparentan tener el tinte de lo “esencial”, esas que me confirman que las horas irán avanzando y con ellas los asombros, y las preguntas, que casi siempre son las mismas. Una y otra vez la certidumbre del tiempo, de ese tiempo que cotejo con el número de asombros, con las preguntas y con las calladas que se hacen respuestas.
Cada jornada exhibe en Cuba un sinfín de desatinos. Y muchos de esos absurdos parecen salidos de la cabeza de ese geniecillo que sigue siendo Virgilio Piñera, mientras otros, que no se acercan a los absurdos del trópico, también me visitan.
Nos asisten extravagantes absurdos que recuerdan a Genet, a Camus, a Beckett, incluso a Gogol. Así son mis amaneceres, y los días con sus noches. Así me preparo cada mañana para vivir las escenas más espeluznantes, las más inverosímiles rarezas, pero lo que escuché este mediodía último podría servir de entrada, y también de salida, a una pieza del absurdo con posibilidades de convertirse en un clásico. Y es que nuestra vida es, y parece que lo será por mucho más tiempo, un gran absurdo.
Resulta que esta mañana escuché a unos vecinos discutiendo, unos vecinos que forman un matrimonio que se concretó hace algo más de 40 años, discutiendo. El marido había advertido a su esposa que........
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