¿A mal tiempo buena cara?
LA HABANA, Cuba. – La lluvia siempre comienza por una gota, así solía decir mi abuela Ángela, y miraba al cielo, al nubarrón que en lo alto se anunciaba. Mi abuela cerraba puertas y ventanas y aguzaba los oídos, esperaba la primera gota que luego se rompería en el techo de la casa o en lo más alto de algún árbol, en sus hojas, para escurrirse luego y caer al suelo finalmente. Mi abuela esperaba el aguacero, y yo con ella.
Con mi abuela Ángela aprendí a esperar la lluvia, a cotejar la última gota con la que la estuvo antecediendo. Cuando era niño me gustaba la lluvia y su in crescendo. Cuando era niño adoraba la lluvia y su rompimiento sobre cualquier superficie; en la calle, sobre el techo y el árbol. Cuando era un niño adoraba el aguacero, y sobre todo que me callera encima el aguacero; gota a gota sobre mi cabeza, sobre el cuerpo todo.
Cuando era un niño me gustaba correr “entripado en agua” y saltar sobre los charcos, salpicar, salpicarme, chapotear. Cuando era un niño me gustaba esperar fuera de casa el apagamiento de la lluvia, me gustaba esperar el escurrimiento de la lluvia, su entrada a los tragantes, y también la........
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