Ellos Escuela de las Américas: Nosotros Escuela de Frankfurt
Representantes de la Escuela de Francfort.Foto: Archivo.
Tendría yo alrededor de dieciocho o diecinueve años cuando escuché su nombre por primera vez. Mi educación escolar había sido muy buena, pero siempre religiosa y habiendo adquirido conocimientos occidentalmente establecidos y perpetuados. Dejé las ciencias a un lado a muy temprana a edad ya sabiendo que mi mundo era el de las humanidades, el del humanismo que más tarde reconocería martiano.
Fueron los conocimientos adquiridos en esas clases de los primeros años universitarios y contando con la fortuna de que en las asignaturas fundamentales conté con profesores dignos, que mi concepción del mundo fue tomando forma y me fui dando cuenta de cómo era este, y cómo lo habitábamos.
Me sumergía en un laberinto de conocimientos que me servirían no sólo para desarrollar una profesión, que a ojos de Kapuscinski para ejercerla bien uno había de ser buena persona, sino que se trataba simplemente de adquirir saberes que me permitirían ser persona, de la manera más honrada, desde ese momento en adelante.
Desaparecieron los padres nuestros y las aves maría al volver del recreo en el colegio, para hablar de la Escuela de Fráncfort de Meno, para hablar de hombres y mujeres que hoy día aún me queda por seguir profundizando en su pensamiento, que es tan profuso, que creo que me faltarían años para poder dominarlo. Y entre tantos nombres escuche el suyo, Noam Chomsky. No siendo este de dicha escuela.
Recordé en los días pasados, con motivo de la muerte y resurrección de Chomsky en internet acerca de esta etapa, de lo que aprendimos, de en lo que posiblemente nos hayamos convertido casi veinte años después los que estábamos sentados en esas aulas de la Facultad de Comunicación en Sevilla.
Se nos entregó la simiente; la semilla del conocimiento para que lo hiciéramos nuestro y pudiéramos cincelarlo y desarrollarlo como profesionales y como personas. Y a........
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