La soberanía del mal
1. Reflexiones sobre la maldad
Conviene razonar los conflictos humanos desde el punto de vista de las ciencias sociales y las humanidades, en virtud de la existencia de una serie de conocimientos producto de la observación y el razonamiento sistemático, así como de la aplicación de métodos y teorías sustentadas que intentan desvelar sus entresijos. La condición humana no es el resultado de la "generación espontánea", sino de una compleja e imbricada relación de causas y efectos a veces extraordinariamente complejos de penetrar y predecir. Sin embargo, es menester llamar la atención sobre la naturaleza de una condición que no siendo ajena a esta relación, tiene componentes interesantes (o perturbadores) que merecen analizarse también desde otra perspectiva. Me refiero a la autonomía de la maldad.
¿Puede existir la maldad independientemente de las circunstancias? Cuando se observa el caso de un asesino en serie, se estudia su vida no como una forma de justificar sus acciones, sino como un medio indispensable para comprender, resolver y prevenir. Lo que suele mirarse, no obstante, es que en muchos de los casos los perpetradores enfrentaron experiencias espantosas desde su nacimiento (de hecho, suele ser difícil encontrar los conceptos adecuados para describir las características brutales de algunas de sus historias), en donde prevaleció la injusticia y la barbarie y en donde la lucha por la supervivencia era la vida misma. Esto contribuyó de modo sustantivo a que algunos hombres y mujeres desarrollaran una visión en donde el otro no tiene valor, es inferior o despreciable, así como que el enojo, el odio y la venganza son el medio para obtener la paz, el bienestar y la determinación de futuro. Desde esta línea, puede comprenderse, en parte, por qué existe la perversidad humana, toda vez que se le relativiza al mirar la enorme responsabilidad colectiva que recae sobre los "casos individuales".
Con todo, al seguir con una intención genuina por comprender la maldad, la complejidad aumenta al descubrir que existen personas que, habiendo sido víctimas de los máximos niveles de salvajismo humano y social, eligieron ejercer y perpetuar el bien como el medio y el fin absoluto e irrevocable. ¿Por qué? Esto muestra que de una vivencia tormentosa también puede surgir lo más bueno, por tanto, ¿por qué dos individuos dentro de las mismas condiciones de desgracia eligen vías de acción diferentes y opuestas? ¿De qué depende esa diferencia? ¿Condiciones neurológicas? Difícilmente: tener esquizofrenia, por ejemplo, no es condición sine qua non para volverse un despiadado asesino. Dicho de otra forma, las personas que la padecen no son todas, ni de broma, asesinas. ¿Narcisismo? ¿Psicopatía? ¿Depresión? La respuesta es la misma. ¿Espiritualidad? Tampoco, puesto que dos personas dentro de las mismas circunstancias y profesando la misma religión, pueden optar por caminos radicalmente diferentes. Por otro lado, existen sujetos que, aun teniendo una vida privilegiada desde la gestación y sin ningún padecimiento neurológico, pueden ser más malditos y sanguinarios que los anteriores. Todavía más: una gran cantidad de asesinos son sujetos normales como usted y como yo, lo cual debilita la idea de que son sólo las circunstancias las que llevan a una persona a cometer actos de maldad. Es posible, entonces, que la respuesta esté más cerca del llamado "libre albedrío" (por su cualidad natural) que de complejas teorías explicativas.
En principio, la existencia de la libertad de voluntad, juicio y acción es independiente de las reglas y condiciones de la sociedad al ser inherente a la condición humana. Es decir, que cada quien tiene el poder y la capacidad de elegir y tomar sus propias decisiones a pesar de las consecuencias de sus actos y de las normas sociales que lo rigen. La normatividad no ha cambiado ni cambia el poder de decisión y acción de los sujetos. Los estatutos culturales o sociales siempre lo influyen mas no lo determinan, por lo cual no se elimina la capacidad autónoma de accionar de los seres humanos. Dicho con aspereza: si alguien quiere matar y lo decide, lo hará porque objetivamente puede. Si lo disfruta, es porque objetivamente le gusta. Al final, el individuo (o un conjunto de ellos) es quien decide con o sin causas; con o sin motivo; con o sin consecuencias: lo hace porque quiere y puede, incluso si su elección es contradictoria a sus condiciones.
¿De qué depende, entonces, la diferencia? Desde una reflexión básica como la de arriba, puede advertirse que, en una gran cantidad de casos (más de los que querrían admitirse) la maldad se trata de una elección y no exclusivamente de una consecuencia por las condiciones, lo cual no es menos preocupante ni más fácil de comprender en comparación con la avalancha de datos que podrían reunirse desde un análisis minucioso y científico de las causas. Por el contrario, la "simplicidad" de la hipotética respuesta podría ser más tétrica y alarmante por sus alcances y limitaciones.
Hacer el mal por o a pesar de las circunstancias y las consecuencias, nos acerca a una premisa poco discutida........
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