¡Dale, que eso lo paga el gobierno!
Locuciones que salían de los cretinos labios de personas que se dirigían a algún conductor mientras retrocedía el vehículo de alguna institución pública, ante una inminente colisión con algún poste o pared. En mi época de adolescencia, -hace unas cuántas décadas-, era muy frecuente escuchar ese tipo de expresiones que, a mi modo de ver, rayaban en lo netamente inconsciente sobre los bienes muebles y semovientes de las instituciones que pertenecían al Estado. En una ocasión, este escribidor era el responsable administrativo y logístico de una ambulancia equipada, asignada; y más de una vez tenía que lidiar con personas que pretendían darle un uso inadecuado al bien, por lo que era común recibir estas perlitas: ¨¡Acaso esa ambulancia es tuya!¨, y pare usted de contar. Aunque parezca insignificante, estas actuaciones contribuían al agotamiento precoz de la vida útil de la cosa.
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