Preocupado, muy preocupado…
Como dice el dicho, “no te lo puedo creer”. Algún día de cuya fecha no quiero acordarme, recibí un correo electrónico con una nota adjunta en la que dos amigos me pedían el favor de revisarles un texto, corregirlo y a la vez analizar unas preguntas que ellos pretendían aplicar en una encuesta. Recuerdo que era un sábado caluroso; descargué el texto y me dispuse a revisarlo. ¡Vaya sorpresa! Qué ortografía, qué redacción y qué preguntas tan mal formuladas. Discretamente les pregunté si ellos habían escrito el texto y me respondieron que sí, que se los habían solicitado para un proyecto de investigación en la universidad donde laboraban.
Les devolví el texto corregido y mi preocupación crecía enormemente, ya no tanto por el texto sino por mis amigos, ambos tienen doctorado y, supuestamente, son eminentes profesores universitarios. Cuando creí haber visto y vivido todo, hace pocos días me ocurrió algo similar; llegó a mi oficina un destacado profesor, igualmente con título de doctor y credenciales de investigador, me compartió un escrito para que se lo leyera y conceptualizara. Esta vez no fue la ortografía ni la redacción del texto lo que llamó mi atención, sino lo complicados y poco legibles que se hacían los párrafos, eran tan técnicos e incomprensibles que ni leyéndolos varias veces se encontraba uno con la idea general.........





















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