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Nicolás Patiño Sosa, el León de Terepaima: de guerrillero a arquitecto del gran estado Barquisimeto, por Luis Alberto Perozo Padua

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29.05.2025
General Nicolás Patiño. Retrato realizado con IA para CorreodeLara

Nacido en Cabudare, se convirtió en uno de los caudillos más aguerridos de la Guerra Federal. Gobernó el Estado Barquisimeto con puño firme y visión fundacional, dejando una impronta profunda en la historia de Lara

Cabudare, esa villa vecina de Barquisimeto marcada por el aroma de caña y polvo de caminos, vio nacer hacia 1821 a Nicolás Ambrosio Patiño Sosa. Hijo de José Francisco Patiño y Joaquina Sosa, fue uno entre cinco hermanos, en una familia sin fortuna ni escuela. No sabía leer ni escribir, pero su temple nato y su arraigo a la tierra lo harían, años más tarde, una figura cardinal del federalismo venezolano.

Desde joven trabajó como peón en los cafetales de Terepaima, esa serranía que divide al valle de Barquisimeto de los altos caminos de Quíbor. Allí, en los matorrales bravos, forjó su carácter endurecido por el sol y la injusticia. La represión oligárquica, el centralismo crónico y la desigualdad endémica serían sus combustibles de lucha cuando la Guerra Federal estalló en 1859.

Apenas iniciada la rebelión encabezada por el general Ezequiel Zamora, Patiño Sosa se sumó a la causa liberal el 2 de septiembre de 1859. Al día siguiente, cuando el general Juan Crisóstomo Falcón toma Barquisimeto, lo nombra Comandante Militar de Cabudare. Desde allí, junto junto a sus hermanos Juan Antonio y Cayetano, organizó guerrillas con campesinos, lanceros y antiguos peones. En las montañas de Terepaima —su bastión natural— logró contener a las fuerzas conservadoras por meses. Esa tenacidad le valdría un apodo temido y venerado: el León de Terepaima.

La sangre, la guerra y la dignidad

La Guerra Federal fue brutal, desproporcionada y larga. Patiño Sosa, al frente de hombres rústicos pero decididos, protagonizó un rosario de combates que lo consolidaron como caudillo de Occidente. Participó en el sitio de Barquisimeto, en los enfrentamientos de Los Rastrojos y en la toma de Cabudare. En esta última, abril de 1860, fue derrotado por tropas centralistas y tuvo que replegarse, pero regresaría. Siempre regresaba.

En noviembre de 1859, la tragedia lo golpeó cuando su padre, un hombre de 60 años, fue tomado prisionero por los centralistas. En un acto de barbarie, lo arrastraron atado a un caballo hasta “Dividivi Mocho” en el sitio de Tabure, y allí lo ejecutaron. Aquel episodio no quebró a Patiño: lo endureció. No por venganza,........

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