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Nosotros ya no somos los mismos

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Los dolientes tiempos de la Cuaresma opaca recién idos me llevaron, sin agrado alguno de mi parte, a meditar sobre las calamidades que se han asentado sobre el planeta Tierra en los últimos tiempos y, lo que es más, sin esperanza de que desaparezcan con el fin de estos 40 días dedicados a la oración, remordimiento, dolor de los pecados y, sobre todo, propósito de enmienda.

Hambrunas, epidemias, delincuencia, violencia asesina, enfermedades que creíamos desaparecidas y de pronto reviven y otras más que brotan antes que las intuyeran siquiera los microscopios más escrupulosos o los análisis químicos más detallistas. Los niveles imbatibles del analfabetismo y, obviamente, de la mínima culturización que permitiría que los seres humanos entendiéramos que el globo no está habitado por muchas razas, sino tan sólo por una, la humana, y que las diversas etnias que la conforman son el elemento esencial de su existencia y perennidad.

¿Entonces, por qué los........

© La Jornada