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Una palabra al oído

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Padres hay muchos; madres, una sola. Tú podrás tener muchos padres, pero siempre habrá una sola madre. Los padres van, las madres quedan. Cuando un padre no está, la madre siempre lo hará. Y que se lo pregunten a Franz Kafka, el de La metamorfosis, el de Gregorio Samsa convertido en escarabajo, a ese.

Quizá sea una exageración; pero en verdad parece ser que, después de Judas Iscariote, el discípulo traidor a Jesucristo, el padre se ha convertido en una de las figuras más controversiales de la cultura occidental, al punto de ubicarlo en una especie de ser oscuro, lejano y, cuando más, cargado de una autoridad asfixiante.

Kafka se pasó una buena parte de su vida intentando conciliar el amor filial insatisfecho con la lejanía afectiva del padre, y una buena parte de sus páginas más brillantes son esas que salen del dolor del hijo ante su progenitor.

El gran escritor ruso, Fiódor Dostoyevsky, tampoco se quedó muy atrás y en la novela Los hermanos Karamázov presentó a uno de esos patriarcas antológicos por lo negativo: un tipo burlón, cínico, tan lleno de maldad que no hacía falta mucho esfuerzo para imaginarlo con la mirada........

© Juventud Rebelde