Me impactó ver a dos jóvenes migrantes con un cartelón pidiendo plata en Arica. Confieso que sus miradas me intimidaron y su actitud me desencantó: cuando el ocio se traduce en amenaza y la necesidad se muestra irreverente. “Somos venezolanos, necesitamos que nos ayudes con algo para comer o nos des trabajo”, decía el letrero, escrito con buena caligrafía. No atiné a darles una moneda, no me pareció convincente su mensaje; tampoco pude dejar de pensar en esos dos muchachos que me miraron con desenfado y me entristecieron la tarde.

En la noche pensé que debía hablar con los paisanos que pedían limosna. Necesitaba tener su propia versión; saber por qué habían hecho un viaje tan largo para terminar viviendo de la compasión de los chilenos.

Al día siguiente, a las 2 de la tarde, regresé a caminar por la calle 21........

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