Sánchez y la fabricación del último enemigo
En la vida corriente buscarse enemigos es una mala idea, pero la política no es la vida corriente, y cuanto más extraña y alejada de la norma está, menos rige ese principio de sentido común. Y nada rige para Pedro Sánchez, quien hace tiempo descubrió que buscar enemigos y derrotarlos era la clave de su éxito político, carente como estaba y está de otro objetivo existencial que no sea el auto endiosamiento.
Sin embargo, aún hay quien no acaba de entender a Sánchez, o no acaba de extraer de su conducta las consecuencias que el caso reclama. La primera, que nunca se debe esperar de Sánchez una conducta política convencional y por tanto previsible, y no digamos moral. El corolario es la inutilidad de intentar acabar con él y su régimen como si fuera un político normal y previsible, atado a los procedimientos y reglas habituales. Pues la única de Sánchez es carecer de reglas y cambiarlas sobre la marcha, así se trate de la mismísima Constitución, las leyes fundamentales y los tratados internacionales.
Sánchez sigue al pie de la letra un antiguo principio de la tiranía: elige enemigos vulnerables y funda tu poder sobre su derrota sucesiva. La estrategia es temeraria porque tarde o temprano aparecerá un enemigo invencible, pero vale para ir tirando si no se cometen graves errores de cálculo. Es lo que han hecho en esta época Chávez y Maduro, Putin, Xi Jinping y los ayatolás de Irán o los talibanes afganos, por citar algunos.
Aunque la estrategia es muy antigua, el teórico más acabado de este proceder fue un jurista famoso y maldito al que me he referido otras veces, Carl Schmitt, llamado el jurista del III Reich por su........
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