Chile: el fin del clivaje dictadura–democracia, por David Altman
¿Qué vimos este domingo? Más allá del resultado —contundente y sin apelación—, lo primero es reconocer el funcionamiento del sistema: en poco menos de dos horas tras el cierre de mesas, el Servicio Electoral ya había escrutado cerca del 97% de los votos. A esa altura, el conservador José Antonio Kast superaba el 58,2%, con más de siete millones de votos. Mientras algunos escribían en las redes «se acaBoric», otros ironizaban con «cuatro años de Kastigo». Los principales actores políticos, entretanto, hicieron gala de un comportamiento republicano y un indudable compromiso con la democracia.
Pero el verdadero significado de esta elección está en la irrupción de un nuevo clivaje que organizó el voto. Por primera vez desde el retorno a la democracia, Chile tiene un presidente que votó por el Sí en el plebiscito de 1988 —para decidir si Pinochet seguía o no en el poder— y que, además, participó activamente en la campaña de Pinochet. El expresidente Piñera, recordemos, había votado No.
Este dato, por sí solo, habría sido impensable durante décadas, no porque la derecha no pudiera ganar —ya lo había hecho—, sino porque el clivaje dictadura/antidictadura funcionaba como un límite estructurante simbólico. Ese límite, hoy, ya no organiza la política chilena, tal como lo argumento en una investigación reciente titulada «Restauración vs. Refundación: Cómo el ciclo 2019–2023 reconfiguró el conflicto político chileno».
La elección de 2025 no solo marca un cambio de gobierno; marca algo más profundo: el desplazamiento del eje que ordenó la competencia política durante más de 25 años. La evidencia territorial es elocuente. El mapa electoral de esta elección se parece........





















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