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Pequeñas f(r)icciones: El lagarto y sus pulpines

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02.03.2025

Estaba tomándome un café con Estefanía, una de las pocas y mejores amigas que me ha dejado mi vida laboral. Ella, un par de décadas menor que yo, contradice una frase entrañable que Fito Páez escribió sobre las etapas de la vida: “La sabiduría llega cuando no nos sirve para nada”. ¿Cómo una chica que está empezando a vivir parece haber vivido tanto? No lo sé. Pero decía que estaba tomándome un café con ella cuando, de imprevisto, un muchacho y una muchacha se aparecieron al lado de nuestra mesa. En seguida, ambos abrazaron a Estefanía mientras le decían, casi a coro: “Estefa, ingrata, nunca vas a los encuentros de la promo”. Y sí, en efecto, tal como me explicó Estefanía al momento de presentarlos, eran amigos suyos de la universidad y respondían, respectivamente, a los nombres de Luchito y Tati. Los dos jalaron un par de sillas y se sentaron con nosotros.

Estefanía no demoró mucho en lanzar la bomba.

—Te vas a reír —me dijo—. Aquí Lucho y Tati trabajan para Vizcarra.

—¿Vizcarra, el lagarto? —pregunté al aire y la respuesta afirmativa la encontré en la mirada de Estefanía que, por lo demás, parecía de pronto alegre, como si fuera un espectador que va a disfrutar de una velada boxística.

—¿Y por qué se va a reír? —refutó Tati, clavándome la mirada.

—Por nada —le respondí y, sin querer queriendo, agregué—. Además, al final trabajo es trabajo.

—¿A qué te refieres con eso de “trabajo es trabajo”? —me cuestionó Luchito, con evidente fastidio.

—A nada malo. Solo que la calle está dura.

—Sí, pues —Tati parecía que sus labios empezaban a temblar—, sobre todo para los viejos caducos.

Como se ve, la cosa se estaba poniendo interesante. Era claro que ahí el viejo........

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