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Pequeñas f(r)icciones: Con palo no vale, san Valentín

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16.02.2025

14 de febrero. Y llegó la bendita y malhadada fecha en que los moradores de esta tierra rinden absurdo, tortuoso y —se aceptan todas las tarjetas y el yapeo a discreción— oneroso homenaje al amor. Una vez al año, con la bendición de san Valentín, la cursilería, el disfuerzo y el remilgo se vuelven necesidad, se convierten en la norma y, de pronto, hasta el ser más frío y ajeno al romanticismo se atreve —o lo atreven, bajo amenaza de despido— a engreír, apapachar y enaltecer a la pareja, entre otros motivos, para que siga siendo precisamente eso: la pareja. Es, a fin de cuentas, una suerte de renovación de votos o —si es necesario— de botox. Depende de lo que haga falta.

Y a propósito de tratamientos faciales, ¿qué hacía la remozada presidenta Dina Boluarte aquella mañana sanvalentina? Nada especial. Solo despachando con su secretaria diversos pendientes. Sin embargo, en ese instante, el sonido de la puerta estalló. Boluarte y la secretaria, sorprendidas, intercambiaron miradas.

—¿Quién es? —atinó a preguntar la secretaria.

—Es una entrega para la señora presidenta.

—¿Y cómo ha llegado aquí?

—Con el Waze.

—Ya, pero cómo ha podido entrar hasta aquí. ¿Cómo ha pasado la seguridad?

—Perdone, pero, ¿está la señora presidenta? Tengo órdenes de entregárselo en la mano.

Boluarte caminó hasta la puerta y, cuando la abrió, se encontró con una imagen que muy difícilmente olvidará. Un hombre desconocido, en terno, de cabello corto, casi rapado y con una sonrisa impostada pegada en su rostro, sosteniendo de un modo casi inverosímil, casi como un acróbata, un enorme oso de peluche, un........

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