Elogio de la Pititabla
Áspero artefacto perfecto, tosco piloto de ola menor, residuo flotante de pasados veranos que persisten: ¿Qué ha sido de ti, noble Pititabla?
Has desaparecido de las orillas. No cuelgas de los puestos playeros pródigos en infinidad de adminículos flotantes siempre coloridos, siempre para borrachos que nada nadan. Ninguno ostenta tu determinación de juguete decidido a surcar olas.
Te pudres abandonada en los húmedos depósitos de casas de playa, sepultada bajo sombrillas ajadas y otras víctimas de un verano fugaz. ¿Sueñas con el agua fría y revuelta del Pacífico?
En la práctica no eras sino un modesto deslizador hecho de Tecnopor, material no del que están hechos los sueños sino las hieleras descartables. Esa modestia no te impidió convertirte en la compañera ideal de generaciones de niños entre 1973 y 1989, fechas precisas de tu influencia máxima según cálculo indemostrable pero cierto.
Tu diseño imitaba el casco de una lancha, con alerones traseros para acomodar la incipiente anatomía infantil. Hidrodinámicamente eras competente. No profesional, pero sí amable con la torpeza prepúber, instancia previa a las vicisitudes del deseo.
El precio........
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