El sheriff y el woke
En términos gastroenterológicos el vértigo empoderado de Donald Trump podría ser entendido como un laxante.
Su irrupción revulsiva se explica en virtud de una condición previa. En este caso, una obstrucción ideológica acumulada en el tiempo.
A lo largo de más de una década los intestinos sociológicos de Estados Unidos y de la cultura occidental sobre la que influye de manera determinante han acabado empachados debido a la degradación de una causa noble hacia la banalidad y la intrascendencia.
Al espectro que abarca esta indigestión de corrección y sesgo es lo que se llama woke.
Lo woke empezó bajo una bandera justa y necesaria: la lucha contra el racismo. Una canción de 2008 de Erykah Badu decía que había que estar woke, despierto, ante la primitiva amenaza del racismo. Punto de inflexión fue cuando policías norteamericanos asfixiaron al afroamericano George Floyd. El rechazo despertó de golpe.
El conservadurismo más recalcitrante instrumentalizó el término woke como insulto, como si tener conciencia social fuera un defecto. Pero luego nadie hizo tanto en contra de esa causa como los wokes de........
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