Adiós, Jorge Chávez. Requiem para un aeropuerto
Los aeropuertos son limbos terrestres. Espacios entre paréntesis que propician un tránsito emocional expectante. Este puede ser feliz y sombrío a la vez: las salas de espera son la última tierra firme que pisamos antes de confiar en un tubo volador.
Son lugares que han acumulado millones de complicados procesos emocionales. Esto los convierte en inadvertidos templos paganos del futuro más fugaz, el inmediato. Su promesa no abarca más allá de un próximo destino.
Lugares así deberían ser tratados con el respeto correspondiente. Valorar su cualidad de inopinados almacenes emocionales. Pero, en el Perú, la consideración hacia lo inmaterial es una banalidad, un disfuerzo.
El viejo, hermoso y mal querido aeropuerto Jorge Chávez, hoy una sombra de lo que fue, está a punto de ser desechado. Se le dará de baja el año en que cumplirá 60 años de inaugurado.
Antes de que existiera, los aviones aterrizaban en San Isidro, en el aeropuerto de Limatambo. Los pasajeros descendían en medio de maizales, cultivo que daba fe anticipada de que en toda chacra se oculta un futuro centro empresarial. En este paisaje agrícola, el aeropuerto más........
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