De paseo por el infierno
Cada cierto tiempo tengo la retorcida necesidad de irme un ratito de paseo al infierno, a la mierda, a la oscuridad. Ahí donde hay dolor disfrazado de placer, ahí donde algún falso predicador, un humano tanto o más roto que yo hace el papel de monitor, de guía, de mentor…, follow the leader. Y yo quiero creerle sabiendo que al día de hoy al único que tengo que escuchar es a mí. Pero así soy. Así también soy.
¿Por qué me hago eso? Tengo muchas respuestas, cada una para un momento distinto de mi vida, pero el hilo conductor siempre es el mismo: mi tormento. Soy un ser, también, atormentado. No soy solo luz, también soy cochinada y, quién sabe, puedo ser peor o supremamente mejor. Binario.
Ya quedaron atrás los tiempos de pretender que solo soy buenito; no es cierto, no es verdad, no lo soy, no lo somos. Somos seres duales como la Station Wagon timón cambiado que te compraste en Tacna para hacer taxi en los años 90 y a ver si así puedes manejar tu vida. A veces voy a gasolina, la más pura, la más cara, la de 97, hoy premium (lo cual es una soberana mentira porque todos sabemos que al menos por estos lares esa ‘pureza’ no es tal).
Otras tantas me recargo con 84, así nomás asquerosita, como para malograr mi maravilloso motor, por lo general, cuando el merecimiento lo tengo en el culo, el amor propio en déficit y las heridas drenando. Me hago daño.
Vengo de unos, por lo menos, cinco últimos años bastante buenos. Casi reconciliados, resignificando hechos que me incomodaron, acogido y acurrucado por una mujer que habita siempre (o casi siempre) el amor. Me hace sentir su rey. Mis hijos están mejor que nunca y tengo absoluta certeza de que eso no va a cambiar porque vivo manifestándolos todo el tiempo. Y como sé que, además, soy Dios, pues simplemente lo hago. ¡Hágalo usted mismo! Y me puse a hacer.
Tengo la refrigeradora llena, agua caliente todo el día, mi cabeza reposa todas las noches en almohadas de plumas y mi microbiota intestinal está mejor que nunca porque me alimento con lo más exclusivo que la naturaleza nos da: proteína animal, vegetales y agua mineral. Alcohol casi no bebo, estoy a boca de urna al 98% limpio: “clean”, como dice mi mejor amigo cada vez que sale del Centro de Rehabilitación en Chosica, y dos meses después vuelve a........
© Perú21
visit website