La feria que se viene
En las culturas nativas el brujo era lo más importante. El poder real lo tenía el jefe de la tribu por fuerza o el consejo de ancianos por sabiduría, pero el brujo ejercía poder detrás del trono. Vestía y se adornaba diferente porque era diferente. Hábil en el lenguaje, lleno de simbolismos que solo él podía interpretar, explicaba nuestro pasado y adivinaba nuestro futuro; y hacía milagros o, más bien, convencía de que los hacía. Era el poder espiritual, que luego heredarían las curias religiosas. Su liturgia era simple: danzaba. La más famosa era la danza de la lluvia. Para las primeras tribus recolectoras de frutos y para las que vinieron después, agrarias y ganaderas, la lluvia era la vida. Salvo que hubiese una sequía, que ya era una hecatombe, por lo general el brujo danzaba cuando ya tocaba llover, días más, días menos. En eso residía realmente su poder, en garantizar que la vida podía seguir adelante. Al brujo se le empezó a llamar el hacedor de lluvia (rainmaker). El capitalismo moderno tomó ese nombre para llamar al hombre que vende. Una empresa........
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