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Miriannys Montes de Oca: “Si algo puedo aconsejar, es amar el silencio”

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10.05.2025

Es menuda, se diría frágil. Parece una persona contemplativa, dada a la meditación, pero su currículo la delata como alguien de muchísima energía creativa, la que pone en práctica en obras visuales de diferentes técnicas y formatos, videos, canciones y performances. Nació en Cárdena, Matanzas, en 1993, uno de los años más cruentos del Período Especial.

Empezó sus estudios de artes plásticas a muy temprana edad en su ciudad de origen, y fue transitando, con éxito, por los distintos niveles de la educación artística en Cuba.

Desde 2012 hasta la fecha ha realizado más de quince muestras personales, todas en Cuba, además de videoarte, murales e intervenciones en espacios públicos. Su más reciente exhibición en solitario es Aparecida, de 2023, en la Galería La Nave, de la empresa Génesis, institución a cuyo catálogo pertenece Miriannys.

Como parte de exposiciones colectivas, su obra ha podido ser apreciada en Cuba, México, Italia y Estados Unidos

Hasta su estudio en El Vedado —sede, además, de los Talleres de Arte Habana, su emprendimiento personal— fuimos a proponerle este intercambio.

Esta es tu trayectoria como estudiante de artes visuales: 1999-2008: Academia Gonzalo Roig, Cárdenas, nivel elemental; 2008-2012: Academia Provincial Roberto Diago Querol, Matanzas, nivel medio; y 2012-2017: Instituto Superior de Arte (ISA), La Habana. 18 años ininterrumpidos. Vamos a agarrar la madeja por la punta: ¿cómo llegas al mundo del arte?

Mi madre me cuenta que le pedía ir a una escuela de pintura desde los 4 o 5 años, y que ella, para diluir la insistencia, me dijo que me inscribiría en una cuando entrara al primer grado. Esperé, y cuando entro a los 6 años en la primaria vuelvo a preguntarle por la escuela de pintura, lo que la obliga a averiguar. Por suerte, en Cárdenas había una academia muy buena en esos momentos, y allí voy a partir de1999 cada día, luego de clases de escolaridad.

¿Elegiste este camino o tu familia te indujo a transitarlo?

En mi familia nadie es del mundo del arte; solo un tío abuelo, que fue poeta. Mi madre es doctora en medicina general.

Al comienzo era normal apoyar a la niña. A medida que pasan los años me voy percatando de que este camino elegido trae consigo incomprensiones. En muchas ocasiones no se entiende el valor del arte como patrimonio, y mucho menos como trabajo, ni el sacrificio que su práctica implica, sobre todo cuando cada día la carrera se profesionaliza y se hace más exigente. Entregamos el alma a esta vocación, y esto no es completamente entendible.

De niña fui tímida, no tenía comportamientos normales, me enajenaba con facilidad. Los psicólogos les recomiendan a mis padres apuntarme en cosas de arte, y dejar que fuera yo la que interactuara con las personas. Por eso me inscriben en danza, coros, todo lo que de arte se tratara. Y en verdad, la timidez desapareció. Nunca me sentí bien en la escuela primaria, a pesar de ser aplicada, solo encontraba en los espacios artísticos mi mundo, mi sitio de confort.

Desde los 15 años me bequé fuera de mi lugar de nacimiento, lejos de la familia, en la ENA de Matanzas. Luego, en el ISA, en La Habana, lo que me obligó a ser muy independiente y a crear habilidades de supervivencia, fuerza, sociabilización, adaptación, desde temprana edad. Retos que afrontar desde muy chica, pero solo en estos espacios sentí que pertenecía, encontré un alivio existencial y un respiro fuera del mundo cotidiano y los estándares de comportamiento social. Por suerte, de algún modo siempre estuvo presente mi familia, aunque este camino del arte siento que lo he recorrido y recorro en soledad.

Describe brevemente los centros educacionales en los que te formaste. ¿De cuál de ellos guardas los mejores recuerdos?

Recuerdo todos con mucho cariño. En primaria, al terminar la sesión del día, salía corriendo a las clases de arte. El lugar era en una casa antigua, larga y misteriosa. Ahí, desde muy chica, conocí la obra de Repin, pintor ruso de mucha expresividad y realismo, en grandes catálogos. Mi maestro pintaba grotesco, y creo que aprendí de ello a pesar de dominar la academia.

Había cráneos humanos y objetos extraños, lo que para un niño es fascinante. El retrato y la naturaleza muerta fueron muy fuertes durante esos años. Aun guardo cientos de dibujos de la primaria y las pinturas en tempera que hacía desde los 7 años; el primer lienzo al óleo lo realicé a los 13, y luego de eso ya no pude parar de pintar en cuadros.

Por otro lado, estaba Cárdenas, con su carga de historia, sus calles, el teatro donde cantaba, sus luces, los coches tirados por caballos, la ciudad de noche, los parques, el fuerte movimiento de la trova, el mar…

Del pre en Matanzas lo que recuerdo con mucho entusiasmo es el teatro callejero, el fuerte movimiento teatral de entonces. Matanzas, pegada a la bahía y sus puentes, tiene una música muy suya, se vive como un danzón. Con esa energía de ríos que atraviesan la ciudad, trenes, casas coloniales de tejas, aprendo grabado, escultura, apreciación, psicología, creación, historia del arte, diseño escénico.

Tenía un maestro que me decía: “Recuerda, no es lo mismo una naranja en una mesa que una naranja flotando en una mesa”. De ese modo me describía el misterio de la creación, y en ese momento todo detona en mí y se cuaja para crear la primera serie importante que hago en mi carrera: Traslúcidos. Cajas de luces que se apagaban y encendían constantemente para dejar entrever la pintura escondida dentro, como sombras chinescas. Con esta serie pasé las pruebas para la Universidad de las Artes.

Esa escalada la recuerdo como un gran logro. Ese año solo entraban diez aspirantes de todo el país, y de mi provincia hacía rato que no pasaba nadie. Las escuelas provinciales las estaban cerrando. Creo que esto ayudó a que la de Matanzas no fuera cerrada, también contribuyó que con Traslúcidos ganara un concurso entre escuelas. La academia Roberto Diago sigue abierta, al igual que la Rene Castillo, de Cárdenas.

Venir a La Habana propició que conociera la gran pluralidad y diversidad de creadores provenientes de todas las provincias, y de otras nacionalidades; las grandes galerías, los eventos internacionales, la fascinante vida cultural de la capital.

El ISA, donde vivía, era un gran bosque rodeado de ardillas y pinos. Allí tenía maestros de todo tipo y asignaturas obligatorias y talleres opcionales. Me anoté en todos los que pude: cine,........

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