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¿Y vos de qué te reís?

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Enunciar la pregunta del título así: en mayúsculas, los anzuelos de los signos de interrogación más parecidos a las lanzas de los signos de admiración, cambiar el por el vos e invertir el orden de un par de letras en el verbo para que el acento caiga en otra parte. De este modo la cuestión ya no es de qué se ríe uno sino cómo alguien puede estar riéndose de eso.
      
     ES PREFERIBLE REÍR QUE LLORAR. O al menos eso suele asegurar una rumba agitanada de Peret. Sobre ese concepto un poco zen, un poco desesperado, se proyectan dos recientes películas argentinas de éxito que están haciendo reír a los españoles desde hace meses y que son Nueve reinas, de Fabián Bielinsky, y El hijo de la novia, de Juan José Campanella. Una y otra son dos buenos divertimentos en el mejor sentido de la palabra, en el sentido en que lo entendía Graham Greene cuando publicaba una novela supuestamente ligera y tan agradable de leer como agradable es ver el mar sin perder de vista que ahí adentro nadan los tiburones. Una y otra son, también, comedias dramáticas. Lo que equivale a decir que uno se ríe, en más de un momento, sin ganas de reírse, preguntándose de qué se ríe y si, después de todo, está bien reírse de algunas cosas.
     Claro que la visión de una comedia dramática argentina impone ciertas coordenadas que trascienden lo geográfico. No es lo mismo una comedia dramática argentina que una comedia dramática norteamericana. La primera exige cierta decodificación luego de ese desconcierto inicial que se siente en todo aeropuerto ajeno. La segunda se nos presenta e impone con la alegría invasora de lo que ha sabido disfrazarse de universal o, al menos, así lo cree. Una comedia dramática argentina, en cambio, se puede ver de varias maneras: a) como local argentino, b) como visitante extranjero, o —mi caso, ahora— c) como argentino en el extranjero. Así, ver Nueve reinas o El hijo de la novia en dos cines de Barcelona durante el mismo día no es sencillo porque uno ve las películas y ve a la gente viendo las películas y escucha todo el tiempo risas divertidas en las partes más dolorosas, comentarios en voz nunca del todo baja como "no puede ser", como si lo que uno entiende como cotidianidad de un país fuera para otro el mejor y más logrado de los efectos especiales mientras ahí, en la pantalla, los luminosos gigantes planos repiten una y otra vez "boludo", "pelotudo" y "la reputísima madre que te parió" y todo eso.
      
     DESPUÉS DEL FINAL. Advertencia al consumidor: en Nueve reinas y en El hijo de la novia no hay desaparecidos (esa traducción del........

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